La familia es el pilar fundamental en nuestra vida, el escenario principal de nuestras primeras experiencias, emociones y aprendizajes. A través de ella, moldeamos nuestra identidad y valores.
Imagina por un momento: Estás en una tarde tranquila en casa, tus hijos juegan en el salón. ¿Realmente observas sus acciones? ¿Entiendes sus risas y temores? ¿Valoras sus pequeñas conquistas?
La mirada transformadora
Pensemos en Mikel, un niño de 7 años que ama dibujar. Un día, mientras dibuja en su habitación, su madre entra y en lugar de preguntar qué es lo que dibujó, se sienta a su lado y observa con atención. Ella no solo ve líneas y colores, sino la expresión auténtica de Martín, su pasión y creatividad. Esta mirada, profunda y sincera, hace que este hijo pueda sentir un lazo especial con su madre, sintiéndose valorado y entendido.
La autenticidad en nuestra mirada, no solo visual sino también emocional, construye relaciones de confianza. Permite que nuestros hijos se sientan seguros y respaldados. Y todo ello cada hijo lo ve y evidencia en nuestras acciones y cuerpo.
Equipos familiares: Unidad en la diversidad
Cada familia es como un equipo de balonmano. Mientras que un hijo puede ser el delantero estrella que enfrenta desafíos de frente, otro puede ser el mediocampista que equilibra y apoya a sus hermanos.
Reconocer y valorar las habilidades de cada miembro potencia la armonía familiar.
Por ejemplo, Emma es excelente mediando conflictos entre sus hermanos menores, mientras que Simón tiene una creatividad increíble para encontrar soluciones.
Respetando las habilidades de cada uno, la familia puede gestionar conflictos y compartir responsabilidades de manera equilibrada.
Otro ejemplo: los equipos de trabajo del instituto. Si cada persona se centra en sus cualidades, y todas las funciones se distribuyen para que el trabajo esté equilibrado, revertirá en calidad del resultado del trabajo en sí mismo, y en la oportunidad de aprender todos de todos.
Una nueva era en la Educación Familiar
A menudo, como padres, nos encontramos en la encrucijada de repetir los patrones educativos que recibimos o buscar nuevas formas de relacionarnos. Es esencial que tomemos lo mejor de ambos mundos y lo equilibremos. A veces esto implica aprender de nuestras experiencias pasadas, otras veces implica abrirnos a nuevas metodologías y perspectivas.
Lo fundamental es encontrar y saber cómo mantener un equilibrio de tu sana autoridad para no pendular entre el autoritarismo ni tampoco ir al otro extremo, libertinaje, de un lado a otro y encontrar ese lugar intermedio tan importante y fundamental.
La gran ventaja de este lugar intermedio, es poder aprender a educar con firmeza, amor y responsabilidad. Es una travesía que requiere guía y un modelo para re-equilibrar constantemente el nuevo rol de padres y madres que como yo, buscamos crear relaciones sanas desde el respeto y convivencia.
La relación sana como brújula
Cuando cultivamos relaciones sanas en el hogar, estamos equipando a nuestros hijos con un GPS interno. Si cada hijo crece en un hogar donde el respeto y la comunicación son esenciales, pueden identificar y alejarse de amistades tóxicas durante su adolescencia y su vida entera.
Reflexión final
Educar es más que impartir reglas o conocimientos; es sembrar valores y acompañar a construir su carácter. Se trata de mirar con sinceridad, escuchar con el corazón y trabajar en equipo para que cada miembro de la familia se desarrolle plenamente.
Así que, ¿estás listo para aceptar este reto? Recuerda, la magia está en la autenticidad de tu mirada y en la profundidad de tus acciones.
Te animo a participar en grupos de familias con ganas de aprender con y de tus hijos, para que sigas aprovechando esta gran oportunidad que te brinda cada hijo de seguir mejorando como persona y como madre/padre, como el lema de Kaizen Familia significa.
«Lo que haces marca la diferencia, y tienes que decidir qué tipo de diferencia quieres hacer.» Jane Goodall