La familia es nuestro primer contacto con el mundo. En este núcleo esencial, aprendemos valores que nos guiarán durante toda nuestra vida.
Para mí, hay un valor fundamental por su gran importancia, que es el Respeto. Pero, ¿qué es exactamente este valor? ¿cómo se inculca este sentimiento genuino en el corazón del hogar?
Respeto vs. Miedo
En generaciones anteriores, el «respeto» que muchos sentían hacia figuras de autoridad, como los padres, en muchas ocasiones era una máscara que ocultaba el miedo.
“Le tenía mucho respeto a mi padre, no me atrevía a decirle nada”, se solía escuchar como forma equivocada de definir el respeto.
Es vital entender que el verdadero respeto es una forma de cuidarse a sí mismo y con los demás, donde las necesidades y valores personales no socavan los de los demás. Por lo tanto, respeto no es igual a miedo.
¿Qué es exactamente respeto?
El respeto es una relación recíproca que se establece entre las personas. Se manifiesta cuando tratamos a los demás de la manera en que ellos desean ser tratados, sin hacerles ni decirles algo que no quieren.
Por otro lado, el respeto también se refiere a no permitir que nadie nos trate o nos haga algo que no deseamos. Aunque no podemos controlar lo que nos dicen, sí tenemos el poder de transformar cómo interpretamos esos comentarios. A partir de ahí, podemos establecer límites claros, siempre con amor y firmeza, para cuidar nuestra integridad y comprensión. Esta práctica se vuelve especialmente crucial cuando se trata de palabras o actitudes hirientes provenientes de nuestros hijos, pues nos ofrece una oportunidad no solo para protegernos, sino para guiarles y mostrarles cómo comunicarse de manera efectiva y amable.
Respeto: Un acto de amor y autoafirmación
El respeto se aprende respetando. Más allá de simples palabras, es una vivencia y actitud que nace de establecer límites con firmeza y amor. Es crucial comprender que el acto de respetar no es solo hacia los demás, sino que empieza por uno mismo. Al no permitir que nadie nos falte al respeto o nos haga daño, establecemos una base sólida de autoestima y amor propio.
Enfados y Respeto: Claves para una gestión saludable
El enfado es una de las emociones más desafiantes y, cuando no se gestiona adecuadamente, puede convertirse en un terreno minado para el respeto.
Las situaciones que nos irritan pueden ser precisamente las que desvelen nuestra capacidad o incapacidad de mantener el respeto hacia nosotros mismos y los demás.
Ejemplos de enfados: Momentos cruciales para cuidar el respeto
- El juego de tu hijo pequeño que para ti no es juego: Imagina que tu hijo de 3 años vuelca deliberadamente su vaso de zumo sobre la alfombra, riendo a carcajadas. Sientes que tu paciencia se agota y la ira te invade. Pero en lugar de gritar, te agachas a su nivel, respiras hondo y le dices con firmeza pero con cariño: «No me gusta que tires el zumo. ¿Cómo lo vas a limpiar? ¿Te ayudo o lo haces sólo? Recuerda que en esta casa cuidamos los materiales, y la alfombra se mancha si tiramos el zumo. Si quieres jugar, jugamos a algo que nos divierta a todos…Si ya no quieres más zumo, lo puedes tirar al lavabo o dármelo…”
- El momento desafiante: Tu hijo mayor ha dejado por enésima vez su bicicleta bloqueando la entrada del garaje. Te sientes frustrado y enojado, listo para lanzar un sermón. Sin embargo, tomas un momento para calmarte y le dices: «Entiendo que olvidar cosas es natural, pero no podemos bloquear la entrada. Yo vengo con el coche y no puedo entrar y eso me enfada y me siento que no estás pensando en los demás, ni respetando las normas para que todos podamos estar a gusto. ¿Hay algún problema con dejar la bici en tu lugar? ¿Cómo vas a hacer para que no esté en medio del garaje y no me interfiera mi paso ni te la pueda estropear sin darme cuenta al entrar el coche”.
- Expresiones Malsonantes: Tu hijo, después de un mal día en la escuela, exclama con una palabra fuerte y ofensiva que nunca habías escuchado de su boca, especialmente en un contexto donde hay visitas en casa. Te quedas sorprendido y, en lugar de responder impulsivamente, te tomas un momento para comprender el origen de su frustración. Una vez que entiendes, le dices: «Sé que tuviste un día complicado, pero esas palabras no son adecuadas. Hablemos sobre lo que te preocupa y busquemos formas más respetuosas de expresarnos”.
- Momento de tu hijo que muestra una falta de respeto: Imagina que estás en casa, preparando la cena después de un día largo y cansado. Mientras estás en la cocina, tu hijo entra y deja su mochila y zapatos en medio del salón, a pesar de que muchas veces le has recordado la norma de colocarlo en su lugar correspondiente. Cuando le llamas la atención sobre ello, te responde de forma desafiante: «¿Por qué siempre estás encima mío? ¡Házlo tú si tanto te molesta!” En lugar de reaccionar inmediatamente a la ofensa, canalizas tu enfado y buscas comprender qué está detrás de esas palabras. Te das cuenta de que quizás está pasando por un mal día o hay algo que le molesta. Después de escucharle y entenderle, le dices con serenidad: «Entiendo que estés enfadado, pero no me gusta que me hables de esa manera. Enfádate lo que necesites sin tener que herir a los demás. (Escucha y canalización de la acción de la norma)¿Necesitas ayuda para dejar la mochila y zapatos en su lugar?”
El adulto como modelo
Los niños son esponjas que absorben todo lo que ven. Aprenden sobre todo por imitación. Si muestras una gestión emocional sana, incluso en los momentos de mayor enfado, aprenderán a replicar estas acciones.
Los adultos, al mostrarse como modelos de comportamiento, asumen una responsabilidad vital en este proceso de enfado, gestionando estas situaciones con gracia, firmeza y, sobre todo, respeto.
Propuestas prácticas para cultivar el respeto
- Autocuidado: Empieza por respetarte a ti mismo. Define tus límites y defiéndelos con afecto y determinación.
- Gestiona tus Enfados con madurez: Antes de reaccionar, tómate un momento, respira y busca maneras constructivas de expresar tu descontento.
- Establece Límites Claros: Los niños requieren estructura. Establecer reglas claras les ayuda a entender el respeto mutuo.
- Comunicación Abierta: En lugar de dictar, dialoga. Entiende sus sentimientos y hazles saber que sus opiniones importan.
- Reconoce el Respeto Recíproco: Enséñales que el respeto es una calle de doble sentido, que va del niño al adulto y viceversa.
Conclusión
El respeto es un pilar esencial en cualquier relación, y su enseñanza comienza en casa, desde su cultivo cuidado con amor y firmeza. Al enseñar con el ejemplo, mediante la gestión adecuada del enfado y la promoción de una comunicación abierta, mostramos a nuestros hijos cómo respetarse a sí mismos y a los demás, sentando las bases para una vida armoniosa y plena.
Y tú, ¿te haces ganar el respeto? ¿Cómo? ¿Cómo llevas el respeto a la vida cotidiana?