La gestión de la ira es un gran aprendizaje para un niño porque sin controlar su intensidad, le puede llevar a serios problemas consigo mismo y con los demás.

Pero para llegar a un grado adecuado en su expresión, necesita un aprendizaje en su gestión que sólo lo podrá conseguir con tu ayuda y acompañamiento adulto. Hasta que no sea mayor, no lo podrá hacer sólo.

Hacerle saber que está experimentando una emoción humana normal, permitirá a tu hijo seguir comunicándote su ira sin sentirse mal.

Si durante la infancia favoreces las comunicaciones sobre la ira, su poder va perdiendo fuerza descontrolada con el tiempo.

Con este artículo, comprenderás que conforme más le puedas arropar y guiar en esos momentos como padre y madre,  más preparado estará para gestionarla. Por lo tanto, más control tendrá sobre ella, más sensación de seguridad en sí mismo, mejores formas de establecer límites y mejores oportunidades de establecer sanas relaciones sociales conseguirá.

 

¿Qué es la ira?

Lo primero aclarar que la ira es un estado emocional, no un rasgo de la personalidad. Por lo tanto, es algo que se puede aprender a gestionar.

Es una emoción que responde a una necesidad no cubierta, ya sea porque previene o sabe que se va a producir un resultado negativo para sus intereses. Puede decirse que es un nivel mas intenso que un enojo o enfado.

Sentimos ira cuando percibimos que hemos sigo tratados injustamente, cuando nos sentimos heridos o cuando vemos dificultada la consecución de una meta que consideramos importante. Su grado reactivo intenso de la ira, es cuando piensa que se podría haber evitado, si alguien los hubiera tenido en cuenta y si hubiera actuado de otra manera.

La ira tiene tres tipos de síntomas:
1.- Corporal, en la que el cuerpo se activa para la defensa o el ataque. Se acelera el ritmo cardíaco, la respiración, los músculos se tensan y demás afectaciones corporales se preparan para la respuesta.
2.- Cognitiva. En la que interpretamos la situación. Le damos un significado desde lo que pensemos sobre ella y sobre la misma emoción. La ira aparece cuando interpretamos la situación como un abuso, una injusticia, una falta de respeto o un obstáculo para conseguir una meta.
3.- Gestión conductual en estas situaciones. La conducta sale para defendernos. Es una energía interna que mueve a la “destrucción” del obstáculo. Dependiendo de la gestión que se haga, puede generar una conducta explosiva hacia fuera mostrando agresividad o hacia dentro, implosiva, mostrando paralización interna, muy dañina también.

 

Niños con problemas de autorregulación de la ira

Un niño con autorregulación de la ira, consigue tener habilidades para gestionarla. Y para ello, cuando se enfrenta a una situación complicada o difícil, consigue decidir  la conducta y movimiento que puede utilizar para expresarla.  Es una habilidad que requiere mucha ayuda adulta y tiempo de aprendizaje y maduración.

Pero en un niño, podemos decir que siempre tiene problemas de autorregulación de la ira, porque su cerebro no está preparado a llegar a este nivel de control. No tiene frenos inhibitorios cerebrales y su neocortex, el cerebro pensante, está en desarrollo hasta los 26 años. Y hasta conseguirlo por sí mismo, insisto, requiere la ayuda y el acompañamiento adulto. El adulto es el que hará de freno inhibitorio para facilitar volver a su estado de control por sí mismo.

Es un proceso de aprendizaje que necesita adquirir micro habilidades que le facilitarán esta regulación emocional de forma cada vez mas autónoma. Y la mejor manera de conseguirlo es con el acompañamiento de un adulto que ayuda a sostener estas emociones intensas, mientras  le muestra la forma de aprender a esperar,  a tolerar la frustración cuando no consigue aquello que deseaba, a enfadarse sin hacer daño. Si no tiene una ayuda adecuada para que pueda ir canalizando la expresión de esta emoción y bajar su intensidad, es cuando podemos hablar de futuros jóvenes con problemas de autorregulación de la ira.

Así que los niños que llegan a ese extremo, realmente es porque no se han acompañado en estos requisitos previos mencionados que ayudan en la autorregulación, generando más dolor y malestar. Con mas dolor no gestionado, la expresión de la ira aumenta sus posibilidades de explotar con una agresividad descontrolada.

 

Consejos para aprender a controlar la ira

Es fundamental primero controlar la ira el adulto. Sólo después, podrá guiar y acompañar la gestión de la ira del hijo. Por ello, el requisito previo de un padre o madre, es realizar una preparación para sostener esta intensa emoción desde su propia experiencia sin enredarse con la ira de su hijo.

¿Cómo?

  • Aprendiendo a gestionar su propia ira.
  • Auto consciencia de su propio termostato emocional: Identificando las señales corporales, cognitivas y conductuales iniciales que avisan del estado en que se encuentra.
  • Prevenir y actuar sin culpabilizar.
  • Dar permiso a la expresiones emocionales de forma canalizada.
  • Tener herramientas para conseguir un regreso a la calma y autocontrol.
  • No cerrar las vías que muestran amor hacia el hijo.
  • Recoger el aprendizaje y habilidad social necesaria para comprender el proceso y aceptar la situación.
  • Crear un entorno seguro para que el hijo exprese sus emociones.
  • Favorecer la comunicación con su hijo para entender que está experimentando una emoción humana normal, sin sentirse mal.

 

¿Cómo tratar a un niño explosivo?

Desde el autocontrol adulto, podrá acompañar en el trato de un niño explosivo. Y es un acompañamiento, porque no podemos ni debemos acallar las emociones de un niño. Eso sí, siempre con límites establecidos con respeto, firmeza y amor.

Cuando un niño está en un nivel alto emocional, como puede ser la ira, es como un río que sube su caudal. Su emoción en un estado intenso, puede desbordar el río de forma descontrolada y fuerte, arrasando los pueblos o caminos de alrededor. Entonces, la labor como padres, no es poner diques frontales a ese río con intención de que pare o baje el caudal. La mejor ayuda es poner diques laterales al río para ayudar a canalizar toda esa expresión, con el caudal alto, para ayudarle a desembocar al río sin hacerse daño por el camino a sí mismo, ni a los demás.

Tres fases para tratar con un niño explosivo:

1.- Fase de mayor intensidad de la ira:

  • No pedirle ni que escuche, ni que razone, ni que busque una solución. No es momento de dar lecciones, ni sermones
  • Empatía. Veo que estás enfadada.. “me doy cuenta de que estás muy enfado”
  • Ayuda en reconocer la ira.
  • Mostrar su conducta como información, no desde la culpabilidad.
  • Ayuda a expresar la ira de forma canalizada.
  • Permiso a la emoción: con límites de seguridad.
  • Mantener el adulto la calma.
  • No enredarse en el enfado.
  • Enseñar a liberar tensiones.

2.- Fase que baja algo la intensidad de la ira:

  • Validar la emoción “veo que algo te ha enfadado y que estás sintiendo ira”, conectando con las expresiones corporales.
  • Estrategias de autocontrol.
  • Mostrar opciones no dañinas para expresar: cojín, romper papel de periódico, etc.

3.- Fase de intensidad mínima de la ira:

  • Abrazo amoroso desde la comprensión de ese momento.
  • Enfoque en las soluciones recordando el límite: “¿Qué puedes hacer si te ocurre en otro momento lo mismo sin hacer daño?”
  • Recogemos esta situación como aprendizaje sin culpabilizar esta expresión en sí misma.

 

Juegos para aprender a controlar la ira

Puedes proponer en un momento de calma, hacer el juego del volcán. Es una forma de entender lo que le sucede cuando sale esta emoción de la ira a través del funcionamiento de un volcán. Si comprende y se implica, puede actuar de forma diferente. Estos serían los pasos:

Comprensión desde la situación, sin culpabilidad. 

«Cuando nos enfadamos porque algo no nos gusta, empezamos a sentir en nuestro vientre un poquito de calor, como si se empezase a calentar la lava de un volcán. Si el enfado sigue, la lava se hace más caliente, se pone a hervir y estalla igual que un volcán pudiendo quemar todo lo que hay a su alrededor. No puede ver, ni escuchar, ni entender. Sólo necesita sacar la lava.”

Comprensión desde la conexión.

Puedes representar la información que va compartiendo tu hijo en un mural con el volcán dibujado y la representación de las situaciones que nos enfada dentro de ese volcán.

  • A tí, ¿Qué es lo que te enfada? ¿Qué te pone de mucho genio?
  • Compartir las del adulto sin culpabilizar.
  • Importante reconocer las situaciones estresantes que pueden provocar la erupción de su volcán interior.
  • Ayudarle a conectar con su cuerpo, para identificar sus señales.

 

Comprensión de los distintos niveles de ira.

En ese mismo mural, diferenciar los distintos niveles de llenado de lava  con colores al igual que la técnica del semáforo:

  • Verde abajo, situaciones normales.
  • Amarillo en medio: situaciones que molestan o duelen.
  • Rojo arriba: cuando sientes que no puedes parar la lava.

La lava se puede ir calentando, subiendo en cantidad, hasta poder salir. Puede también quemar y destruir todo a su paso. O también puede salir por algún lado para que no haga daño a nadie.

Límite de determinadas formas de expresar la ira.

Traza en ese mural una línea o camino de lava hasta llegar al mar.
¿Por dónde quieres que salga la lava de tu volcán? Importante la implicación y la comprensión de lo que sucede en cada forma de expresión. Recuerda, sin culpabilizar.

  • Enfoque en la solución.
  • Herramientas e ideas para indicar qué hacer en cada color.
  • Cómo apagar la intensidad de la lava.
  • Prestar mucha atención al nivel rojo, para pensar qué ideas puede hacer cuando sientas que no puedes detener la lava.
  • Identificar aquella información que le da el cuerpo para saber cómo está su lava interna.

Ideas para canalizar la ira: :

      • Parar (cuando estoy muy enfadado); Pensar (en alternativas para solucionar lo que nos está molestado o para calmarnos);
      • Hacer (la que hayamos seleccionado).
      • Contar hasta 10 despacio y respirando.
      • Cambiar de lugar, a un lugar de calma. Artículo: Tiempo fuera positivo.
      • Pedir ayuda al adulto.
      • Visualización de otro lugar.
      • Movimiento para descargar energía: canciones, bailes, teatro, etc.
      • Beber agua les ayudará a ir eliminando adrenalina por orina o por sudor.
      • Yoga, relajación, imaginación.
      • Plastelina.
      • Cuentos:
        • Laberinto del alma, de Anna Llenas. Editorial Planeta S. A.
        • Cuando estoy enfadado, de Tracey Moroney y Teresa Tellechea. Editorial S. M.
        • Tengo un volcán, de Míriam Tirado Torras y Joan Turu Sánchez. Editorial Carambuco.

Es importante tener en cuenta que el aprendizaje de la gestión de la ira, le ayudará a encontrar su propia fuerza con la que aumentará su propia seguridad interna. Y que tan peligroso es explosionar de forma incontrolada, como también, y mucha atención aquí, implosionar hacia dentro sin darse permiso a expresar esta emoción. Si no muestra la ira, enfado, o demás expresiones emocionales incómodas, puede generar un gran malestar interno que puede derivar en depresión.

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