Sabemos que cuanto más amor les lleguen a nuestros hijos e hijas:
- más apoyados se sentirán para crecer y superar satisfactoriamente sus dificultades.
- más vínculos sanos se crearán entre todos: padres madres e hijos/as.
- más acompañados se sentirán. Sabrán así que siempre pueden contar con vosotros/as.
- más podrán ser ellos mismos/as, auténticos, únicos e irrepetibles.
- más amor sentirán por ellos/as mismos/as.
- más aceptados/as, plenos/as y completos/as se sentirán.
- más oportunidades tendrán para desplegar todo el potencial que tienen.
- más posibilidades de crecer en armonía.
- más fuertes emocionalmente se sentirán.
- mejores serán sus relaciones sociales con los demás.
- más centrados/as estarán para seguir aprendiendo de y con la vida.
Podría seguir y seguir este listado de los beneficios del amor.
¿Eres de las personas que piensan que por el hecho de ofrecer amor a los hijos e hijas ya lo reciben?
¿Has reflexionado en el cómo lo ofreces?
¿Has verificado a través del comportamiento de tu hijo/a si ha llegado todo ese amor enviado?
Investigaciones han demostrado que les llega un mínimo porcentaje de ese amor. Entonces, ¿Qué es lo qué sucede en el camino?
Para explicarlo, recurriré a la metáfora de un viaje. Lo voy a llamar: “El viaje del amor”.
Es como un viaje de mercancía valiosa, delicada y necesaria cuya misión es llegar en perfectas condiciones a su destino: NUESTROS HIJOS E HIJAS.
Como todo viaje, necesita de distintos elementos:
- La gasolina del vehículo, que puede simbolizar el amor.
- La maleta: nuestras herramientas, formas de comunicación y de actuación, creencias, etc.
- El vehículo, nosotros los adultos. Nuestro SER INTERNO. El cómo estamos durante el viaje.
- La carretera: es el camino por donde transita el amor para llegar a su destino.
Bueno, ¿os animáis a comenzar el viaje?
¿Cómo está nuestro depósito de gasolina del coche?
¿Lo lleno antes de salir o voy a medias y ya iré rellenándolo en cualquier gasolinera?
¿Soy consciente cómo es la gasolina? ¿La selecciono? ¿Es de calidad o está adulterada con aditivos nocivos?
Estos surtidores de gasolina los llenan nuestros propios padres y madres. Y a su vez, a ellos les abastecieron sus propios padres y madres (nuestros abuelos y abuelas). Vamos, todo un negocio familiar detrás.
Así que la elección de gasolinera es limitada y condicionada por nuestros ancestros. Pero contamos con un margen de acción.
Podemos o no haber metido en la maleta los artilugios necesarios para poder filtrar la gasolina y retirar los posibles aditivos. Yo lo visualizo como una especie de colador, que retira los elementos perjudiciales y permite entrar la gasolina con mayor pureza. Este sería el combustible más valioso para nuestros hijos e hijas. Yo lo llamo: AMOR INCONDICIONAL. Es mirar con amor detrás de lo qué hacen y conectar con lo que sienten.
Es seguir amándoles cuando también hay problemas para establecer las normas de convivencia.
Es ese gran amor que les ofrecemos aunque hagan algo que no nos guste, o se comporten de aquella manera que nos molesta, o cuando se enfadan con nosotros, etc.
Ahora que ya tenemos el depósito de gasolina lleno de perfecta calidad……¿Qué hacemos? ¿Nos vamos ya? ¿Tienes prisa por salir de cualquier manera? ¿Has revisado cómo está el vehículo?
“No por salir antes amanece más temprano”.
El parar a saber si está o no el coche a punto, también condiciona el viaje. Ruedas, limpiaparabrisas; luces y faros; etc.
Simboliza el cómo estoy, si tranquila/o, confiada/o y segura/o, o nerviosa/o, impaciente, tensa/o;
¿Estoy atenta a estos estados? ¿Me responsabilizo y decido qué hacer con ellos?
Unos momentos decisivos para comprobar qué y cómo lo hacemos, puede ser cuando se enfadan nuestros hijos/as. ¿Acabo yo también enfadada/o con él/ella? O a la inversa. Cuando yo estoy enfadada/o, ¿pongo el foco de atención en mi hijo/a y le delego a él toda la responsabilidad de mi enfado? Utilizo palabras como: “Me estás cabreando…” o “me estoy enfadando contigo….”. Estos momentos nos pueden dar muchas pistas de dónde está ese amor.
No reaccionamos ante la conductas de nuestros hijos e hijas, no les juzguemos, sino que respondemos a sus sentimientos, con escucha y comprensión.
Un enfoque u otro determinará si soluciono mis asuntos de forma responsable sin dañar la relación con mi hijo e hija. Es la forma de que el amor no se turbe.
Como todo en esta vida es decidir, aquí también decidiremos si tomar medidas y asumir posibles reparaciones y puestas a punto, o salir sin saber con qué equipo vamos.
En cualquiera de las decisiones, cogemos la dirección. ¿Qué carretera nos llega a dónde queremos? ¿Lo sabemos? ¿nos hemos informado?, o ¿lo dejamos al azar y sin necesitamos algo se lo preguntamos a cualquier transeúnte que veamos?
Hay muchos tipos de caminos: principales, secundarias, autopistas, etc.
Las hay con curvas peligrosas, ligeras, rectas, con baches, lisas, con atascos o más fluidas, etc.
Estos pueden simbolizar el día a día de convivencia con nuestros hijos/as. Digamos que siempre hay curvas y baches, pero también podemos tener buenos amortiguadores y coger suavemente las curvas. El modelo de coche ayuda y la maleta que tengamos dentro, será fundamental.
El camino directo es la autopista.
La autopista en la vida es nuestra PRESENCIA, nuestro estar con y para los hijos e hijas. Con DISPONIBILIDAD, con nuestro amor incondicional a rebosar, con ganas de aprender con y de ellos/as. Con nuestra mente abierta, sin juzgar, criticar, interpretar ni indicar cómo tienen que hacer las cosas, ni cómo tienen que sentirse. Con nuestra compañía para permitirles un margen de acción y error. Dejar que se equivoquen sin comentarios dañinos como: “Ves, si ya te lo dije….”.
Sin darnos cuenta estamos con los hijos e hijas, pero sólo en cuerpo, no en alma. Puede que nuestra mente esté atareada en pensar qué hacer para comer, qué hacer el fin de semana, cómo organizarnos con los trabajos, etc. Y por supuesto, a estos asuntos también hay que dedicarles tiempo. Pero lo podemos hacer de forma planificada y consciente. Es decir, destino un tiempo para hacerlo y cuando estoy con mis hijos/as, estoy con y para ellos/as, sin móviles, sin grandes distracciones.
Sí, se que hay problemas familiares que aparecen y otros aspectos que nos inquietan y nos inundan nuestro pensar. Es todo un reto destinarles un tiempo determinado para resolverlos. Merece la pena comenzar o mantener este entrenamiento.
No por pensar más se va a solucionar antes ni mejor.
Mientras llegamos a la solución o a la calma mental, es muy importante que el adulto verbalize con naturalidad su estado emocional. Por ejemplo: “Estoy triste o enfadada porque he discutido con….”, y también “pero es mi asunto y lo solucionaré de la mejor manera que sepa”. Así, les ayudaremos a sentirse más libres y no asumir algo que no les corresponde.
Así que con todo lo dicho hasta ahora ya sabemos que nuestra responsabilidad como padres y madres es: preparar el viaje, añadir material de equipaje válido, repostar gasolina de calidad, estar muy atentos/as al estado del coche para repararlo constantemente y coger la dirección que nos lleva al destino deseado.
Recordar que contamos con nuestros surtidores de gasolina heredados, que nos condicionan pero no nos determinan.
Las herramientas de la maleta, nos ayudan a decidir qué y cómo hacemos con lo que tenemos. Nosotros/as siempre tenemos la última palabra.
Son viajes de constantes decisiones. Antes y durante el trayecto.
Algunos son previsibles, otros imprevisibles. Según nuestra preparación y atención en lo que estamos haciendo y en las situaciones en sí mismas, podremos disfrutar más o menos del camino, y cumplir o no con nuestra misión.
Como adultos es fundamental poner atención y dedicación a escucharles y comprenderles realmente. Y si además nos aseguramos que así se sienten nuestros hijos e hijas, confirmaremos que nuestro amor y apoyo les ha llegado.
Sólo cuando un niño/a se siente bien, puede pensar claramente y actuar correctamente. Esta es una gran evidencia de que la mercancía de nuestro viaje ha llegado en perfectas condiciones a su destino.
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