Hoy te quiero hablar de dos posibles formas de disculparte ante tu hijo.
Pero antes de entrar en esta diferenciación, quiero ir un poquito para atrás. ¿Consideras importante disculparte ante tu hijo por algo que te has equivocado?
Puede que te cueste por creer que así te muestras débil y quieres que tu hijo te vea fuerte. Puedes tener miedo a que, no vaya a ser también, se venga arriba y no me tome en cuenta a la hora de establecer un límite.
Por lo tanto, piensas que tu autoridad como madre y padre puede ser también débil.
¿Te sucede esto?
Disculparte por algo, te ayudas a ti y le ayudas a tu propio hijo.
Y te lo explicaré en tres puntos.
- Lo primero, nombras verdad de lo sucedido, con humildad. Y eso te hace ser muy humano, con valores importantes que ya estás transmitiendo a tu hijo. Entre ellos, la sinceridad.
Además, le ayudas a tu hijo a comprender lo sucedido, a ponerle nombre a aquello que está percibiendo pero no sabe qué significado recoger. Así que esta transparencia le ayuda a ordenar su mente de forma clara y segura. “Pasa esto” “mi padre o mi madre se ha equivocado”. Y deja de divagar con un “si pero no” que no aclara a nadie e inquieta mucho.
- Lo segundo, tu actitud, lejos de la debilidad, muestras responsabilidad. Has sido consciente de tu error, lo asumes y de ahí, tomas medidas de aprendizaje.
Desde ahí, no buscas otros culpables, no pones el foco en el otro con miles de excusas para quitarte tu parte. Todo lo contrario, esta experiencia la transformas como una gran oportunidad con la que te aporta madurez.
Y le muestras a tu hijo el ingrediente fundamental de la autodisciplina positiva que germina con la responsabilidad natural de cada uno con sus asuntos.
- Y lo tercero, consecuencia del anterior punto, muestras un error como un valor de aprendizaje, para ti y para tu hijo.
Para ti, porque aunque te haya dejado un mal sabor de boca, al responsabilizarte y comunicarlo, te lo quedas como un gran regalo que te ayuda a crecer desde ese error. Sí, sé que no es agradable, pero es más desagradable evitarlos y quedarte con ese malestar constantemente.
Y para tu hijo, le ayudas a alejarse de la perfección que tanto ahoga y tanto aprieta en esta sociedad. Sin entrar mucho más en este aspecto, decirte que esta dirección de perfección, de evitación del error, el destino es la autoexigencia y el malestar. ¿La conoces?
Dicho todo ello,
¿Cómo? Con un “lo siento” en vez de decir “perdón”.
¿Y por qué es diferente decir “lo siento” que “perdón”?
El «perdón” sale de tu corazón de tu niño que está dentro de ti y por ello, necesitas ser perdonado.
Desde ese perdón, tú y tu hijo NO podéis mantener cada uno su lugar con su función específica. Se invierten los lugares. El padre pasa al lugar de niño y el niño de padre. Os descolocáis y desde ahí, comienzan muchos problemas.
Te sorprenderá esta información. Son las leyes universales que rigen el sistema familiar.
El padre y madre sostiene al hijo y el hijo es sostenido por el padre y madre.
El padre y madre da y el hijo recibe.
Entonces, al pedir perdón un padre o madre, inconscientemente esperas una respuesta de un Sí o de un No soy perdonado.
Por eso te digo que tu colocación de padre y madre se transforma al lugar de un niño. Y a tu hijo, le colocas en otro lugar, de padre, dándole esa responsabilidad de su respuesta.
Entonces, decirle “lo siento”, le muestras tu corazón desde tu lugar de adulto. Y tu hijo, te puede escuchar, comprender y aprender de ello como menor que es.
Trasmites grandes valores humanos, que a tu hijo le ayudan a conectar contigo, sentirte muy cerca y vuestra relación, se fortalece desde la confianza.
Desde el “lo siento” conectas y construyes una sana relación con tu hijo, desde la comprensión, confianza y seguridad.
Así que ante algo que así lo sientas, te invito a decirle a tu hijo algo así como: “lo siento hijo, me he equivocado. Ahora he visto que necesitabas otra manera de hablarte o de actuar y no lo he visto. No lo he sabido hacer de otra manera. Me ha salido el enfado, chillo y esas maneras no nos ayudan a ninguno de los dos. Tomo nota para aprender de ello y lo iré mejorando. Lo siento y gracias por escucharme. De esto me encargo Yo”.
¿Crees que se quedará indiferente tu hijo ante estas palabras? ¿Crees que tu hijo te verá débil ante una muestra de tu error?
No sé tu, pero a mí me hubiera gustado que me lo dijeran y me habría sentido mucho más cerca de mis padres, más arropada y más confiada.
¿Y a tí, madre y padre?
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Gracias también a ti, Carmen. Tu Estar disponible y ganas de mejora constante, es un gran regalo, para ti, tu familia y para mí. Así que gracias por recobrar el sentido de mi propósito de acompañar a las familias para que encontremos una forma de vida plena con armonía y bienestar con los hijos.
Gracias Amaia por ayudarnos a crecer como padres y darnos herramientas para fortalecer nuestras relaciones amorosas y respetuosas con nuestros hijos, educar bien es una tarea difícil y con tus herramientas nos lo facilitas, aprendemos todos los días. Un abrazo!
Gracias a ti también, Yolanda, por tus preciosas ganas de seguir aprendiendo, ganas por dar tu mejor versión de ti misma a tu hijo. Maravilloso!! Muakkk
Amaia!! me alegro al leerte, ya que así lo hago, desde mi verdadero sentir, con humildad. Me han gustado mucho las palabras que le pones al «lo siento», como lo acompañas, le da un arrope más profundo para que puedan comprender. Gracias por tu trabajo y por trasmitirlo con esa humildad y pasión contagiosa, MUUUAAKK