Sé que a estas alturas ya habrás oído, aunque sea de pasada, la importancia de expresar las emociones. Pero ¿cómo? ¿hasta dónde? Y un sinfín de dudas que te entran al ver cómo tu hija está metida en la expresión de rabia, tristeza o miedo.

Hoy te invito a comenzar una transformación en la forma de mirarlo y vivirlo. 

Con esta lectura, aunque te puede parecer un simple comienzo, no por simple es menos importante. Un paso ya es un inicio en un nuevo camino donde  ayudarás a tu hija a acercarle a su bienestar emocional, al tuyo propio y a fomentar vuestra relación. 

Y es que en estos momentos duros, se pueden convertir en situaciones especiales donde sellar vuestra unión de madres a hijas. Es la hora de la verdad, de reflejar aquello que le dices tanto a tu hija: “Te quiero mucho”.
 

Es el momento de eliminar sus miedos y desconfianza al no sentirse amada en esos momentos intensos de expresión emocional. 

Acaba con sus dolorosas dudas de: “¿Me quieres, verdad? ¿Y porqué cuando lloro o me enfado siento que me dejas de querer?” y todo ese sobresfuerzo que ha podido hacer para reprimirlas, contentarte y así, asegurarse tu amor. 

Y sí, realmente sé que le quieres mucho, que tu amor hacia ella es inmenso. Tan grande, que te cuesta entender esas dudas y desconfianza mencionadas de tu hija, pensando: «Con lo que te quiero… no tengas ninguna duda; te quiero y lo sabes«.

Es entonces que te pregunto ¿dónde está ese amor en su momento explosivo de rabia? ¿lo puedes mostrar? ¿O deseas que esa expresión acabe rápida?¿te desgastan esos momentos y hasta pagarías por evitarlos? ¿Llegas a rechazar estos momentos y ansías el reinado de la calma y expresiones emocionales agradables? 

De nuevo puedes volver a los pensamientos de tu hija y preguntarte, ¿dónde pondrá el foco de la confianza, en lo que le dices o en lo que le haces?  Siento recordarte lo que ya sabes. El peso lo tiene en lo que haces.

Y es que realmente esto es como un matrimonio, o vida en pareja que avanza desde las dificultades. Es un aprender a querer a amar a las duras y a las maduras. Porque no todas las situaciones son fáciles y lo sabes. En lo fácil todo rueda y prácticamente rueda sólo. Pero cuando empiezan los problemas, esa rueda ya no es tan ligera. Lo que antes era fácil, ahora es complicado. Donde estabais muy a gustico, ahora ya no lo estáis tanto. Donde antes primaba el bienestar y un estado muy agradable, ahora es tensión y tristeza. 

Por lo tanto, ¿Cómo conseguir transformar esas situaciones complicadas en más sencillas? ¿Cómo poder recuperar esos momentos agradables, satisfactorios, fáciles, etc.?

Hay muchos aprendizajes detrás de este proceso. Hoy te invito a dar el primer paso: mirarte a tí en esas situaciones, sólo eso. Bueno, sólo solo no es.  Requiere de tu valentía y humildad para poder mirar lo que puedes dar en esos momentos en los que tu hija expresa emociones incómodas. ¿Y sabes qué? Que siempre lo haces lo mejor que sabes.

Yo a este primer paso lo llamo “activar el efecto dron”, como si fuera un tercer ojo que toma cierta distancia para poderte ver de otra manera, más neutral y con más información para recoger.

La finalidad es ampliar tu mirada para identificar dónde se queda ese amor que sientes por tu hija. Sí, ese amor muy visible en momentos más fáciles y que luego parece esfumarse.

Recoger esta valiosa información, te permitirá un gran cambio: focalizar tu atención en la puerta de salida de tu amor hacia ella. 

Si la puedes mantener lo más abierta posible, más amor podrás ofrecerle a tu hija. Y es cuando comienza la espiral transformadora: 

  • Más amor ofrecido, más posibilidades de amor recogido en un momento tan duro para ella. 
  • Más amor recogido, más necesidades cubiertas para liberar y liberarse de no reprimir y acumular residuos emocionales tóxicos. 
  • Más liberación, más espacio para llenarlo de otros sentimientos más agradables. 
  • Mayor bienestar emocional, mayor energía para avanzar y superar sus dificultades con mayor esfuerzo. 

Y todo empezó con aumentar tu dosis de amor incondicional hacia ella.
 

Y sí, el amor no está reñido con la firmeza. Al ofrecer tu amor no le llevas al libertinaje en el que todo está permitido. No, un rotundo NO.

Es un amar y acompañar con firmeza, un amar con libertad y límites. Amar con contención emocional.
 

Y desde ese amor, todo cambia. El contexto de esa expresión ya es distinto. Es diferente sentir y decir “no te enfades” a decir “enfádate de otra manera que no me haga daño ni a mí ni a ti misma, ni a nadie” o 

Enfádate lo que necesites, pero a mí no me hagas daño. Si tienes ganas de pegar a algo, puedes pegarle al cojín… 

Mostrarle tu amor hacia ella en momentos duros es el mejor regalo que le puedes hacer a tu hija, a ti misma como persona y madre, y a vuestra relación.
 

Abre las puertas de tu amor incondicional y entra en la espiral transformadora. 

Recuerda que todo comenzó al dar ese primer y valiente paso de poder mirarte. Activa tu propio dron, hazte amiga de él y aprovecha estos intensos momentos para uniros todavía más. Es la hora de la verdad. 

Por hoy es suficiente. Disfruta del cambio. Continuará… Si te ha gustado este artículo, puedes hacer tres cosas:

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