¿H as contado a tu hijo la nueva noticia de: vas a tener un hermano, y has tenido una respuesta negativa como:
¿Qué sentimientos puede tener tu hijo para que exprese tan sinceramente que no quiere un hermano? ¿Serán miedos? Los celos del hermano mayor son más comunes de lo que crees.
¿Por qué la llegada de un nuevo miembro familiar para algunas familias es un proceso de adaptación y para otras un sinfín de problemas? ¿Por qué un bebé, que irradia siempre bondad, felicidad, bienestar, dulzura, inocencia, puede ser rechazado por un hermano mayor?
Dando por hecho que toda la familia necesita su tiempo de readaptación ante un cambio de este tipo, este punto de partida puede dar una información valiosa de la situación que esta viviendo tu hijo.
¿Tu hijo mayor en qué situación se encuentra? Si expresa con negativa, ¿Le das importancia? ¿O piensas que ya se le pasará, que es normal, que le pasa a la mayoría y etc.?
La pureza y naturalidad de tu hijo expresa constantemente cómo está, cómo se siente y qué necesita, aunque a veces sea a modo de código a descifrar. Y para ello requiere de tus oídos para escuchar esas necesidades y sentimientos, ojos para verlas, y corazón para sentirlas. Casi nada.
Con este artículo deseo que tengas estos sensores activos y los practiques, para que tu hijo cuente con el requisito fundamental para crecer con seguridad y bienestar.
La expresión verbal de no querer un hermano puede hacer de piloto rojo alarma que se enciende, para avisar de que sucede y necesita algo.
Posiblemente indique algún temor y como decía, alguna amenaza de algo.
Si hay algo que le asusta que puede perder, es porque duda de que realmente lo tiene. Si no, no se ve como amenaza. Es como si te llaman “tonto” y eres una persona muy segura de sí misma, con gran nivel de autoconfianza, etc. ¿Tambalearía tu concepto de ti mismo por alguien que te dice algo?. Algo parecido sucede con ese temor.
Entonces ¿Qué es lo que teme perder?
Exacto. Tu atención y tu dedicación como madre. Sí, no me olvido de la gran labor del padre, pero como explica la pedagogía sistémica, el orden es el siguiente: primero se toma a la madre, y después al padre.
Tu hijo te toma como madre y queda cubierta esta necesidad sobre los 3 primeros años. De no ser así, en tu hijo quedan, llamémosle «agujeros», que son necesidades sin cubrir. Estos son sumideros de energía, que puede expresar a través de los miedos.
Por lo tanto, es muy probable que el asunto de base, pueda estar en tu forma de relación con tu hijo.
Entonces, ¿Cómo crear o restablecer una relación sana con tu hijo para que pueda vivir desde la confianza y no desde el miedo?
Tanto si estás sobre los primeros 3 años con tu hijo como si es más mayor, siempre estás a tiempo de restablecer o reforzar tu forma de relación con tu hijo. Claro está que cuanto antes, mejor. Menos tiempo en deshacer y volver a hacer.
Para ello, es necesario que estés disponible para él, y al mismo tiempo, cuidándote a tí misma, sin pasar por encima de tus necesidades.
¿Cómo es esa disponibilidad?
Es buscar momentos de oro, aunque sea unos raticos al día, para estar en el aquí y en el ahora por y para tu hijo. Son estos valiosos momentos cuando tu puedes trasmitir grandes dosis de amor, protección, consuelo y atención. Tu das y tu hijo las puede tomar como su grandes dosis de medicina que necesita para seguir creciendo con seguridad.
No estoy hablando de los ratos de compañía. Estos son momentos de acompañamiento con cuerpo y alma. Y lo sabes cuando puedes aparcar tus preocupaciones mentales y recados pendientes que dan rienda suelta a tu cabeza. Y después de ese rato de oro, puedes volver a remojar los garbanzos para mañana, y pensar cómo solucionar el problema que has tenido con otra persona.
Si creas y cuidas estos momentos de oro, tu hijo se nutre desde la confianza de tu disponibilidad. Cuando lo siente en cada poro de su piel, va eliminando los miedos de perderte y le va dando fuerzas para admitir y asimilar cambios como un aprendizaje más, como puede ser un nuevo hermano.
La dirección como madre será siempre esta: Tu das y tu hijo recoge. Y otro aspecto importante, tu das mucho más de lo que da tu hijo.
Y sí, los primeros años de crianza es una desproporción muy marcada. Es dar mucho y eso te puede agotar. Pero esto es una inversión que merece la pena, sobre todo cuando observas a tu hijo nutrido emocionalmente, se te olvida ese agotamiento y te llenas de satisfacción.
¿Pero recuerdas que también te decía de «cuidándote a ti misma, sin pasar por encima de tus necesidades»?
Este es el otro asunto fundamental. Cómo está nuestro almacén de reservas para poder dar y la fuente de llenado del mismo. Esto lo puede cambiar todo. Y de ello te hablaré en el próximo artículo, porque de ello dependerá tu forma de disponibilidad y como consecuencias, la forma de relación tuya con tu hijo, tu hijo con su hermano, y tu hijo con sus amigos.
¿Qué eliges? ¿Hermanos que compiten por tenerte a tí? ¿O hermanos que cooperan y sienten la tranquilidad de que estás por y para ellos sin miedo de que te pierdan?
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