Las madres y padres tenemos muchas dudas sobre el castigo. En esta guía sobre el castigo para niños, tratamos qué son, las consecuencias, cuándo NO usarlos, cuándo NO castigar, consejos y más información de gran utilidad. ¿Quieres saber más para conseguirlo y establecer límites con firmeza y amor? Te invito a seguir leyendo esta guía.
Opiniones acerca del castigo para niños
El castigo para niños es y sigue siendo un tema controvertido en la sociedad. Los hay muy defensores de los castigos para niños y los hay muy retractores. Y ambas posturas pueden quedar muy claras.
Pero también hay grandes grupos de personas que están entre medio de castigar a los niños o no castigarlos. A esta zona la llamo zona gris. Y en este lugar intermedio estarían:
- Personas que están de acuerdo con los castigos y que sean de ves en cuando, como último recurso. Puede ser que este grupo castiga a los niños, por la creencia de pensar que cuando el hijo haya hecho una conducta muy dañina, es importante que tenga una consecuencia para que no “vaya de rositas” y que se modifique esa conducta.
- Los que piensan que no castigan a los niños y lo hacen sin saber: el castigo camuflado. Por ejemplo, las retiradas de amor hacia un hijo u otra persona cuando ha hecho algo que no le ha gustado y/o le ha dañado.
- Y las familias que no quieren castigos y acaban haciéndolo. Es por el efecto pendular del estilo educativo. Es cuando actuamos en extremos, desde el libertinaje y cuando te asusta en “que se va de madre”, se cambia el estilo educativo a el lado contrario, autoritarismo, como única alternativa posible, sin encontrar un equilibrio entre ambos dos estilos educativos. En este último extremo, es cuando están los momentos de castigo.
El castigo más duro para un niño es que se sienta amado sólo por lo que hace o deja de hacer y no tanto por lo que realmente es. Y nadie puede sentirse bien en ningún extremo educativo, ni desde el autoritarismo, ni el libertinaje, ni el estilo pendular de uno a otro. Entonces la clave es llegar al equilibrio: educación democrática con autoridad, donde el poder adulto es desde la firmeza, amor y respeto.
¿Cuál es la función del castigo para niños?
La función del castigo es modificar una conducta determinada, ya sea para que aumente o ya sea para que deje de hacerla. Y este objetivo es reconducir constantemente que es lo adecuado que debe hacer el hijo lo hace a través de las consecuencias que tiene. Por lo tanto, podemos decir que la función que persigue un castigo es la búsqueda del aprendizaje como consecuencia, el que viva algo desagradable para que deje de hacerlo.
Ejemplos de castigos para niños:
- Cuando ves a tu hijo que te coge dinero de tu cartera, le castigas sin la paga por un tiempo.
- Cuando tu hijo pega a algún amigo, le castigas sin bajar al parque durante… por un tiempo.
¿Cuáles son las ventajas de los castigos?
Para responder a las ventajas de los castigos, lo voy a hacer en dos versiones: Una, poniéndome en la piel del adulto que usa el castigo en niños y los defiende. Y otra, desde mi visión como profesional en la educación.
– Los castigos desde un adulto que usa el castigo en sus hijos
- La efectividad de la modificación de la conducta que quieren que elimine o disminuya el hijo.
- Cambio a corto plazo. Enseguida se observa un cambio de comportamiento en el niño.
- Muestran, en el mejor de los casos, obediencia en el niño, aunque sea una “obediencia comprada”, que su motivación a hacer o dejar de hacerlo es el adulto.
- El adulto se siente con respeto y autoridad. Pero en realidad es un respeto por miedo, que es distinto.
– Los castigos, desde mi visión profesional
Pocas o ninguna son las ventajas del uso del castigo. Por buscar un lado positivo, aunque sea con lupa, y con mucho cuidado con lo que estoy diciendo, el castigo les suele ayudar a agudizar las estrategias para no ser vistos al hacer algo, en ocultar información, en recomponer historias creadas e inventadas para no ser descubiertos y por lo tanto, castigados. Vamos que, agudizan el ingenio y la astucia individual o colectiva puede convertirse en un “juego” divertidamente peligroso.
En este “juego” divertidamente peligroso, van alimentando unos dañinos valores creados de la amistad, al encontrar amigos cómplices que puede alimentar su seguridad de pertenecer a un grupo social. Necesidad universal que toda persona tiene. Como sea “pillado o cazado” por algún compañero, el vacío y el daño que pueden hacerle a ese niño, puede ser muy grande. No es fácil para un niño gestionar la acusación con culpabilidad en una amistad.
Por otro lado, siempre daña la relación con los padres, ya que éstos no se convierten en personas referentes de ayuda. Todo lo contrario, lo que se va desarrollando es desconfianza y distancia. Y la creencia que el adulto es peligroso, porque no se puede contar con él, no va a sentirse comprendido y le va a hacer daño.
En este “sálvese quien pueda”, si pierde la referencia del adulto como persona de confianza, que le acompaña, que le guía, que le aporta seguridad, su propia creación de autoestima no puede alimentarse desde una mirada adulta que va a centrarse en el error como algo a castigar.
Y cuando son niños, el referente adulto lo necesitan para construir su persona. Pero si los valores que obtienen de esta forma de proceder es una justificación de daño como consecuencia de algo y el poder sobre la otra persona para conseguir algo, ese patrón lo van desarrollando con las demás personas con las que se relacionen, ya sea amigos, profesores, compañeros, empleados, futuras parejas, etc. Y entre ellas, también estarán los mismos padres, que pueden dejar de ir al cumpleaños de la familia x si tiene edad de quedarse en casa, porque sabe que le hace mucha ilusión a su madre y está dolida por ella, o si va, se encargará de boicotear la fiesta de una u otra manera.
Por lo tanto, no tiene ninguna ventaja. Porque lo que aparentemente puede serlo, le revierte negativamente en su persona, con autoestima, seguridad, confianza dañada. Además, los valores, principios creados y creencias limitantes que empieza a crear, le limitarán en las posibilidades de encontrar su bienestar personal.
Los inconvenientes de los castigos
- Dañan la autoestima y seguridad en uno mismo.
- Generan sentimientos de resignación y/o venganza. La venganza también en los padres.
- No favorecen la cooperación y menos es fluida.
- La motivación es externa, propulsada por el adulto. No sale desde su iniciativa, no es motivación intrínseca.
- No pueden mirar al error como aprendizaje, solo huye de él para no ser castigado.
- Buscan culpables externos para evitar el problema que le acarrea y por lo tanto, tampoco se responsabilizan de su parte.
- No favorece la auto disciplina, porque la responsabilidad de la conducta del hijo corre a cargo del adulto.
- NO hay interiorización de los límites ni normas con responsabilidad, porque sólo las cumplen para no ser castigados.
- Sólo actúan cuando son vistos por los demás adultos.
- Se van acostumbrando a la consecuencia, haciéndose más inmune y se va aumentando la intensidad y control del adulto. Por lo que el adulto acaba constantemente agotado, frustrado y tensionado.
- No enseñan habilidades de vida sana, ni sociales, ni de resolución de conflictos, solo conductas.
- No favorecen actitudes de humildad, auto superación.
- No pueden aprender a gestionar sus propias emociones generando mayor malestar sin acompañar desde la figura adulta.
Las consecuencias del castigo en niños
- El castigo en niños o en los hijos, merma la iniciativa, la voluntad y la capacidad de decisión responsable.
- Alimenta el miedo y la culpa en los niños.
- No desarrolla habilidades socio emocionales de escucha, comprensión, comunicación eficaz y afectiva, etc.
- No pueden resolver problemas de ellos mismos, o con los amigos, de forma eficaz y afectiva. Por lo tanto, el dolor interno va aumentando.
- No pueden recoger los aprendizajes desde el error porque es sólo algo a evitar sin encontrar respuestas que le aportarían conocimiento como por ejemplo: ¿Qué voy a hacer diferente para otra vez? ¿Qué me ha aportado esta situación?
- Inseguridad por no sentirse queridos ni amados por lo que son. Sólo por lo que hacen y dejan de hacer.
- La figura de adulto no ejerce como referente de ayuda y cooperación.
- El niño no ejercita sus propios frenos cerebrales que tiene por edad y no puede comenzar el desarrollo del autocontrol para graduar la impulsividad e inmediatez “de lo quiero todo ya, ahora mismo”.
- No siente permiso para poder expresar sus emociones incómodas y por lo tanto, tampoco puede comenzar el aprendizaje de la gestión emocional que le ayudaría a poderlas transformar en emociones agradables.
- Desconexión con sus propias necesidades para cuidarse por sí mismo, al no ser mirados no puede identificarlos.
- Se vuelven complacientes y adictos a la aprobación adulta, para buscar el amor que creen no merecer.
- No se sienten amados ni queridos de una forma placentera, confiada y segura. “Hoy me quieren, pero mañana igual dejan de quererme cuando les entregue las notas”.
- Generan sentimientos y creencias erróneas como consecuencia de:
- “Esto es injusto, no puedo confiar en los adultos”
- “Ellos ganan ahora, pero ya verán más tarde”.
- Rebeldía. “Haré exactamente lo contrario para probar que no tengo que hacerlo a su manera.”
- Retraimiento, que puede mostrarse con cobardía con bajada de autoestima: “Yo soy mala persona”, “No puedo”; “Me porto mal”; “si no me cuidan y si me dañan, quiere decir que no me aman” y siguen tomando decisiones desde esta creencia. Y esto conlleva a no querer ser responsables porque piensan que sus acciones sólo causan vergüenza y dolor.
Formas de castigar a un niño
Hay muchas formas de castigar a un niño, sí. Y un adulto lo sabe. Y aquí la primera dificultad en dejar de utilizarlo como un recurso para establecer los límites, porque todos sabemos castigar y desconocemos otras maneras más sanas y eficaces. Desde el castigo, es un abuso de este poder sobre el niño. Y como abuso, daña la autoestima y la relación entre la familia, entre otros aspectos fundamentales que impiden un óptimo desarrollo en la persona.
Y la forma de castigar a un niño más sencilla, más dura y más utilizada a la vez, es que cuando tu hijo o hija haga algo que no te gusta o que no debe, dejar de mostrar tu amor de padres hacia él o ella. Esta es la forma más dura de castigar a un niño porque daña sus necesidades vitales de sentirse amado y validado por ti, padre y madre. Y de forma consciente o no, es una tentación y vía fácil para tener el control sobre las conductas de los hijos e hijas.
No existe el castigo positivo en niños. Un castigo siempre es un abuso de un poder sobre el otro y aunque la sociedad funcione con castigos, no lo justifica.
Cómo castigar a un niño que no obedece
Sé que cuando no obedece tu hijo, tu enfado se eleva en 0,0 segundos y más cuando estás con más personas a las que quieres mostrar un buen hacer con la educación de tu hijo. Y lo más instintivo para todos es ponernos a pensar maneras de castigar a un niño que no obedece.
Así que cuando te salgan sólo ideas de cómo castigar a un niño que no obedece, tanto si es tu hijo o hija, como si eres la persona que observa, comienza a entrenar tu mente para aumentar otros repertorios más respetuosos para aumentar la eficacia en la responsabilidad:
- Piensas en cómo castigar a un niño sin pegarle como forma de utilizar un posible castigo positivo en un niño?
- ¿El niño conoce la importancia de esa norma?
- ¿Para quién es importante, para el adulto, para el niño o para todos?
- ¿Cómo le comunicas las normas, desde la orden o desde la firmeza con amor en sus dosis iguales?
- ¿Sabes el motivo que le está llevando a no obedecer? ¿Le has escuchado y ha expresado lo que le está sucediendo para no obedecer?
- ¿Le has expresado lo que sientes con humildad cuando no obedece: ¿puede ser miedo a que no sea responsable, miedo a que se pueda meter en problemas, inseguridad en las formas de establecer tu autoridad sin hacer daño, etc.?
- ¿Cómo puedes aprender a gestionar tu poder para limitar sin herir?
Cuadro de premios y castigos para niños
El cuadro de premios y castigos para niños es un gran recurso que puede aumentar el control sobre las conductas de un niño. Pero hay dos enormes inconvenientes: no desarrollan la responsabilidad ni tampoco la sana dirección de crecimiento de dentro hacia el exterior.
Un cuadro de premios y castigos para niños fomenta:
- Eficacia aparente en la mejora de las conductas. Pero son conductas compradas y esas no ayudan a este sano crecimiento desde la responsabilidad y cooperación.
- Que subas constantemente el grado de premio y castigo para querer conseguirlo o evitarlo.
- El control y el agotamiento del adulto que necesita tener la supervisión constante.
- La astucia en la mentira en el niño para encontrar la forma de ganar de cualquier manera.
- El desarrollo de valores contraproducentes para el bienestar: competitividad, honestidad, cooperación, respeto, entre otros.
Por qué se sigue utilizando el castigo en niños
- Porque es mucho más sencillo. Todo el mundo sabe hacerlo. No hace falta aprenderlo.
- Porque es una falsa creencia de que es la manera de que se convierta en una buena persona.
- Por un mal llamado forma de amar y querer. “Te quiero tanto…que lo hago por tu bien”. Se justifica esta forma para ese fin.
- Por desconocimiento de las consecuencias de su uso en la persona y en la relación.
- Por quitarle trascendencia por propia experiencia: “A mí me castigaron y no salí tan mal. No es para tanto”. “De vez en cuando…no pasa nada.”
- Por no encontrar la forma de establecer una autoridad de forma firme y amorosa y por falta de herramientas para limitar con firmeza, amor y respeto.
- Por inseguridad adulta y sienten muchos miedos:
- Por miedo a perder la autoridad de los padres.
- Por miedo a que el hijo se convierta en un tirano.
- Por miedo a que “se salga de rositas” cuando hace algo dañino y de convierta en una “mala persona”; “un maleducado”.
- Educar sin gestionar los miedos, nos lleva al control del otro y de las situaciones.
- Porque sólo se mira a la conducta visible, a su control, con pretensión de desarrollar un buen carácter a través del castigo.
- Como única vía educativa que asegura no educar desde el libertinaje, del que todo se puede. Y usar el castigo de vez en cuando y de cuando en vez, lo asegura.
- Se piensa que determinados sentimientos tales como la culpa, vergüenza, dolor físico y emocional, pueden hacer de motivadores y estimulares para mejora de la conducta.
- Por concepto erróneo del significado del respeto. Cuando el hijo muestra el miedo, lo valoran como un falso “me tiene respeto”.
- Porque el adulto necesita ver y confirmar con la conducta de su hijo, que está haciendo un buen trabajo educativo. Si hay buena conducta, tranquilidad. Si hay “mala conducta”, castigo para cambiarla.
- Porque se desconoce la forma de gestionar el propio poder adulto de forma sana y saludable para él mismo y para todos: la autoridad con respeto y amor.
- Es más sencillo reaccionar, que responder ante una situación desagradable del hijo. Responder conlleva un aprendizaje para gestionar las propias emociones que dan forma a la tensión y estrés adulto.
- Porque creemos que la gestión emocional adulta se basa en controlar constantemente nuestras propias emociones y no sabemos gestionarlas. Es cuando nos vamos desde un tiempo que aguantamos por dentro simulando una forzada paciencia, implorar, a un explotar cuando ya no puedes contenerlo más y además ves algo que te preocupa o angustia.
- Porque se desconfía en el potencial que tiene un niño.
- Porque nos aprovechamos de las necesidades de un niño para conseguir la buena conducta.
¿El castigo puede ser educativo?
Cuando somos padres, firmamos un contrato, un compromiso para toda la vida. La educación de los hijos. Así que para responder a esta pregunta de si el castigo puede ser educativo, es importante asegurarnos el hablar en el mismo idioma, con su mismo código del lenguaje. Ya sólo este comienzo puede ayudar a evitar malos entendidos, por ejemplo en la pareja.
Para evidenciar esta idea te propongo preguntar a cada persona de tu familia ¿Para ti, que significa que tu cuarto está limpio y ordenado? Comprobaréis la diferencia y los problemas que surgen desde esta diversidad de conceptos. Así que vamos a por el concepto y significado de educar.
Educar, etimológicamente viene de la palabra latín del educare. Y su significado es nutrir, criar, alimentar, guiar. Por lo tanto, educar es un proceso de transmisión de conocimientos y contenidos destinados a desarrollar todas las potencialidades de un individuo. Y para poder desarrollar todas las potencialidades de un individuo, necesita sentirse bien, amado, protegido y cuidado para poder desplegarlas.
“Cuando nos sentimos bien, las posibilidades de aprendizaje aumentan considerablemente».
Si te encuentras en una ciudad desconocida y peligrosa a las 10 de la noche, sin dinero y sin autobús para llegar al albergue que te cobija, puedes llegar a tomar decisiones muy peligrosas para llegar a tu destino. Los aprendizajes son reactivos, sin procesarlos por el razonamiento. Pero si un adulto con actitud de cuidado y protección aparece, tus formas de aprender cambian totalmente. Seguirás sintiendo la atención pero estás en mejores condiciones para aprender.
Con este ejemplo quiero reflejar el gran papel adulto como facilitador que acompaña, o adulto que amenaza e interfiere en el proceso de desarrollo y crecimiento de un niño. Un niño en edad infantil tiene una dependencia adulta para asegurar su supervivencia física y emocional. Y no por ello, debemos abusar de ello.
El castigo es un abuso del poder del adulto, por miedo, por desconocimiento, por búsqueda del control externo, por falta de herramientas, por muchos motivos. Pero nada de ello puede justificar un adecuado uso para el niño. Por lo tanto, en una práctica educativa, el castigo debe ser eliminado en todas sus variadas formas y frecuencia.
Y la dignidad infantil debe ser siempre preservada por el adulto. Toda educación debe de estar impregnada de cualidades que le ayuden a sentir a un niño valioso como persona, se comporte con responsabilidad, con respeto hacia sí mismo y hacia los demás, sin dejar que nadie lo humille ni degraden. Una persona no puede desarrollar todo su potencial desde el dolor y castigo.
Jane Nelsen, de disciplina positiva, repite muchas veces esta frase que recoge el sentido de castigo como algo que no educa: “De dónde sacamos la loca idea de que para lograr que un niño sea bueno, primero debemos hacerlo sentir mal”.
Puedes pensar la última vez que te sentiste humillado o tratado injustamente. ¿Te dieron ganas de cooperar o de hacer mejor las cosas, de ser mejor persona? Puedes conectar con esos sentimientos y llegar a tu propia respuesta para dar o no cabida al castigo como herramienta válida educativa.
Es cierto que la coherencia en todo lo que hacemos como padres es muy complicado en muchos momentos. Pero eso no exime de la responsabilidad a justificar un mal trato infantil y abuso como puede ser el castigo.
Los niños aprenden por imitación. Y el adulto, sobre todo aquél que es su referente de aprendizaje, hace de modelo a imitar por el hijo. Y es incoherente querer que sea buena persona, que desarrolle habilidades sociales, de responsabilidad, de autonomía, desde los castigos que dañan, que culpabilizan, dejan el control de la conducta en algo externo al niño.
Los valores y metas de todo padre a que consiga su hijo, no puede ser desarrollados a través del castigo.
Y estoy segura de que, si estás leyendo esto, es porque tú también quieres educar a tu hijo para que desarrolle habilidades que necesitan para crecer y desarrollar todo su potencial con una buena autoestima, sea respetuoso, sea independiente y autónomo, amable y asertivo para comunicar cuando algo no está de acuerdo, que tenga una capacidad de decisión que no pase por encima de los demás, una gestión emocional que no se haga daño a sí mismo ni a los demás, etc. Todas aquellas destrezas que necesite para conseguir ser un ser humano feliz y ser capaz de contribuir al bienestar de su familia y de la sociedad.
Y como dice Marisa Moya, “Para aprender a humanizarnos, necesitamos la confianza y experiencia para conseguirlo. Los niños necesitan experimentar para convertirse en personas. El castigo no es una estrategia educativa, es una inseguridad adulta”.
Uso o no usar el castigo
Si quieres sembrar la confianza y seguridad en tu hijo, no puedes alimentar el miedo ni el control sobre su persona. Por lo tanto, confianza y seguridad son los antagónicos del miedo y de la desconfianza. Son dos direcciones opuestas. O vas para un lado o vas para otro. Utilizando la metáfora de las direcciones con una escalera que sube o que bajas, podríamos colocar en un lado, la confianza y seguridad, y en el otro extremo, la desconfianza y miedo.
No entra aquí el sí pero no. O subes o bajas la escalera. Y cada peldaño estará más cerca de un extremo o del otro. Bueno, puede que también tu hijo se quede anclado en el medio de la escalera como una zona gris paralizante, pero como niño, tenderá al movimiento y exploración si no coartamos con el castigo esta gran iniciativa para darle forma a este instinto natural.
Todo uso del castigo, también el de “de vez en cuando”, hacen al niño bajar los peldaños de la escalera. Un uso continuado de los castigos y del miedo, le estimularán a seguir bajando peldaños, llegando a una desconfianza total y un miedo paralizante. El destino de ese lugar estará impregnado de cualidades y habilidades personales que no le ayudarán a vivir la vida de forma serena y placentera, ni consigo mismo, ni con los demás.
En cambio, si la pretensión y deseo es que tu hijo llegue a otro destino totalmente opuesto, tu acción educativa debe ir encargada a subir cada día los peldaños de la escalera para que cada momento pueda sumar en su seguridad, confianza y autoestima. Y para avanzar en este camino, el castigo no tiene cabida.
En este camino de subida, necesita de tu acompañamiento, de tu ayuda para seguir desarrollando habilidades sociales y personales para construir su persona desde el bienestar con el que pueda desplegar su potencial.
Y contándolo así, parece que este camino de subida de la escalera hacia el bienestar, es todo bienestar, felicidad, alegría. NO. En esta subida también hay momentos duros, problemas, dificultades y malestares. Pero será lo que se hagan de ellos, lo que hará subir o no la escalera. Es decir, tu acompañamiento es lo que marcará la diferencia.
Si en algún momento tu hijo tropieza en el camino y baja peldaños, tu puedes acompañarle para alimentar su propia fuerza para seguir desarrollando una actitud de mejora, aprender de uno mismo y de los demás. Aquí es donde está el gran potencial de desarrollo para seguir subiendo la escalera.
Tu hijo necesita de ti para seguir subiendo este camino y como ya sabes que no vale hacerlo de cualquier manera, necesitará de tu forma de acompañarle para que tenga muy claro los límites sin castigos, sentir su propia fuerza transformadora que le ayude a desarrollar habilidades para superar sus dificultades, conflictos, la tolerancia a la frustración, la aceptación de normas, la comunicación, respeto, etc.
El no castigo y sí los límites con firmeza y amor, es la que le ayudará a transformar sus problemas, adversidades y errores como oportunidades, desde el respeto y la responsabilidad. Y para limitar no hace falta castigar de ninguna manera. “Ni un poquito ni un muchito”. Ni de forma evidente, ni de forma camuflada. Este peligroso castigo camuflado es el que mostramos amor hacia lo que hacen nuestros hijos, pero lo dejamos de mostrar cuando lo dejan de hacer. Este alimento que hace bajar peldaños es gran temor de tu hijo que siente por perder tu amor.
Ámale por lo que es, no por lo que hace o deja de hacer para que siempre suba su propia escalera. Te invito a que tu estrella polar que te guíe en tu práctica educativa, la coloques en el extremo de la escalera de la confianza y seguridad, sin perder de vista el pie y peldaño por el que caminamos o atravesamos para seguir subiendo”. Tu hijo ahora, en la infancia, te necesita de tu guía y tu acompañamiento para seguir avanzando en su propio camino.
La diferencia entre los límites y los castigos
- Los límites son imprescindibles y los castigos son totalmente prescindibles.
- Los límites ayudan a conquistar y desarrollar la propia parcela de poder personal de forma graduada para desarrollarse como persona. Los castigos no proporcionan el aprendizaje del propio poder de forma sana. El poder se desborda con el descontrol y poder sobre el otro. O también el sin poder total en el que no puedes sentirte con fuerzas.
- El camino del castigo no sólo es desde el límite. Un límite no tiene por qué llegar a un castigo.
- Los límites no dañan ni el desarrollo de la persona ni las relaciones socio afectivas. El castigo siempre daña a ambas partes, su interno y las relaciones.
- El límite necesita ser sostenido y arropado emocionalmente para establecerlo. El castigo no arropa la emoción, ni tampoco la sostiene.
- Los límites son respetuosos. Los castigos no lo son.
- Los límites ayudan a “ganarse a los niños”, alimentando la cooperación. Los castigos ayudan “ganar al niño”, desde el control y el dolor. No hay cooperación del niño.
- Los límites son desde la confianza en las posibilidades del niño. Los castigos son desde la desconfianza en sus posibilidades.
- Los límites permiten el desarrollo de habilidades personales y sociales que son reflejados en las conductas. Los castigos solo buscan las conductas visibles y externas.
Los límites sin castigos, ¿es posible?
Sí, rotundamente sí se puede. Aunque este camino no está exento de errores, ni de dificultades. La diferencia fundamental será lo que hagamos de todo ello. Si queremos aprender de los errores, es importante aprender a mirarlos con amor y recoger los aprendizajes.
Puedes comenzar adulto con tus propios errores, mirarlos y aceptarlos para salir de un perfeccionismo y exigencia dañina. Y al mismo tiempo que aprendes este proceso, aprender con y de los errores, puedes acompañarle de forma amorosa y firme a tu hijo para que pueda recoger su gran aprendizaje que al principio tanto duelen. Y no sólo recogerlo, sino ponerlo en práctica y automatizarlo de forma que siga favoreciendo su desarrollo personal y social de forma gratificante.
Es la única vía que puede llegar a aprender habilidades y destrezas para ser personas humanas. Es decir, personas que respetan y se hacen respetar sin hacer daño a nadie. Personas responsables que no les hace falta a ninguna persona externa que les diga lo que deben o no hacer.
Limitar sin castigar requiere por tu parte adulta, seguir aprendiendo y seguir incorporando preciosas habilidades que te hagan conseguir gestionar tu propio poder sin arrollar, y sin alimentarlo. Es decir, el gran aprendizaje está en saber cómo gestionar su poder de autoridad, con las mismas dosis de firmeza y amor. Y siempre desde el respeto consigo mismo y con los demás.
Por ello ser padres que aprenden con y de su hijo, te ayuda en tu propio desarrollo personal. Te beneficias tu como persona y tu como persona social. Y todo empieza a cambiar.
Primero conocer dónde se encuentra nuestro poder, es un gran comienzo. Puede que la mayor parte esté en el autoritarismo cuando utilizas un poder sobre el otro, con control. O puede que, en el libertinaje, sin muestras de poder y todo se puede. O puede que esté pendulando de un lado a otro.
El límite sin castigo es el único lugar del péndulo que está en medio. Es donde el poder adulto se lleva a cabo desde un sano liderazgo para no ganarle al niño, sino ganarse al niño. Ganarle al niño es buscar el control y ganarse al niño, es encontrar la conexión para seguir cooperando en el desarrollo personal y familiar constante. Todo un trabajo de equipo que necesita la autoridad con firmeza y amor y respeto.
Beneficios de los límites sin castigos
No sé si podré acabar de enumerar los beneficios de conseguir limitar sin castigar, pero lo voy a probar.
- Ayudan a desarrollar habilidades personales que te hacen sentir mejor persona alimentando la actitud de mejora constante, como la palabra kaizen significa.
- Favorece el desarrollo de la motivación intrínseca, es decir, el aprender a mejorar por uno mismo, no por los demás. Es la base de la autodisciplina positiva.
- Desarrollan la responsabilidad.
- Facilita la autonomía real y verdadera, estando o no presente un adulto.
- Desarrolla el sentimiento de competencia y valía personal.
- Desarrolla la seguridad en uno mismo.
- Permite el desarrollo de habilidades sociales necesarias para establecer relaciones sanas y gratificantes con las demás personas. Es decir, la empatía, escucha, comunicación, establecimiento de límites, etc.
- Favorece la convivencia de forma sana y positiva.
- Favorece el aprendizaje de la interiorización y aceptación de las normas.
- Ayuda a desarrollar habilidades que favorecen la tolerancia a la frustración de forma saludable.
- Fortalecen el desarrollo del vínculo y relación con los padres.
- El padre y adultos con confianza, se convierten en personas de referencia cuando necesitan ayuda.
- Favorece el respeto consigo mismo y con los demás.
- Favorece la conexión consigo mismo, lo que garantiza las posibilidades de auto-cuidado con responsabilidad.
- Favorece la cooperación.
- Facilitar el desarrollo de personas libres de espíritu, con criterio propio, dentro de un mundo con normas y respeto a otros criterios diferentes.
- Genera las condiciones óptimas para poder utilizar el poder personal de cada uno con amor y respeto, encontrando el equilibrio de esta fuerza para no arrollar a los demás, ni tampoco dejarse arrollar.
Dificultades en la elección de no castigar a nuestros hijos
- Es salirte de una dinámica social extendida y valorada, el no uso de un castigo ni de forma esporádica, genera dudas de posible libertinaje y permisibilidad que puede generar problemas. Ya estás en el punto de mira y puedes sentirte más criticado, juzgado y controlado. A veces resulta más sencillo dejarse llevar que alimentar tu propia seguridad con tanta controversia social.
- Es estar dispuesta a recorrer un camino más largo que el castigo. El castigo es más rápido. Es acción del niño y reacción del adulto, sin muchos más preámbulos entre medio. Por lo tanto, encaja más en un mundo de prisas. En cambio, limitar con firmeza y amor, requiere entender lo que ha sucedido para hacer lo que ha hecho, escucharle, conectar y validar sus emociones, comunicación efectiva y eficaz en la que se muestra el límite y la búsqueda de soluciones. Además del tiempo, no se le da la importancia a este proceso.
- Todo este camino largo del límite con firmeza y amor, requiere de un entrenamiento constante muy diferente al acostumbrado. Mirar detrás de la conducta sólo como información de cómo está para actuar después, cuesta entenderlo. La conducta sólo es la luz roja que se enciende para decir que hay un sentimiento dolido que lo ha activado porque una necesidad fundamental del desarrollo se ha dañado. Así que, aunque puedas mirar detrás de la conducta, necesitas poner en práctica un esfuerzo para comprenderla y saber qué hacer para ayudarle en su desarrollo.
- Supone una atención constante para saber dónde están tus necesidades y sentimientos y dónde están los de tu hijo. Establecer esta línea roja para no trasvasarla, al menos de forma inconsciente, requiere de un auto-conocimiento del adulto. La fusión emocional con los hijos sin atenciónn, puede llevarnos a mezclar lo nuestro y lo de ellos, y desde ahí, podemos acabar invadiendo espacios que no nos corresponden. Por ejemplo: Yo no fui muy hábil en hacer amistades y si veo a mi hija que en el parque está sola, puedo empezar a alimentar las dudas de que igual se le está haciendo difícil acercarse a otros amigos. Y sólo quería estar en calma, con ella misma, desde el disfrute.
- Se necesita una dedicación compasiva y amorosa con nosotras mismas para seguir aprendiendo desde los errores a gestionar nuestras propias emociones, sobre todo, las incómodas, como la rabia y el enfado. Es muy probable que nadie, o pocas personas nos hayan ayudado a manejarlas forma equilibrada y saludable. Encontrar el equilibrio óptimo para sacar cuando hay que sacarla sin arrollar y sin hacer daño, es todo un arte que requiere de su proceso de aprendizaje. Aprender a enfadarse es un gran regalo que nos da mucha fuerza personal.
- Cuando no castigas y llevas una dinámica educativa en la que el niño alimenta su seguridad y autoestima, en muchos momentos no lo ponen fácil. Su forma de proceder no es desde una obediencia ciega y sumisa. Son niños que te cuestionan, que tienen las ideas muy claras y necesitan mucha fuerza y firmeza con mucho amor para mantener los límites y llegar al entendimiento mutuo con responsabilidad.
- Establecer con mucha firmeza y amor nuestros propios límites y necesidades sin descuidar las necesidades de los demás es todo un arte a aprender también.
Si no castigamos a nuestros hijos, ¿qué podemos a hacer?
- Conocer la importancia de los límites para todos es un gran inicio: su propósito es mantener a los niños a salvo y adaptados al medio social.
- Establecer límites claros y concretos, con firmeza y amor. Y para ello, utilizar el poder adulto de forma equilibrada y controlada.
- Entender las reglas y la premisa del respeto de todos los límites como principio fundamental, les ayuda a saber qué consecuencias tiene para la otra persona, para uno mismo y fomenta la autonomía responsable.
- Tener muy claro que la firmeza no es castigo, ni sermones u otro tipo de control. La firmeza se combina con gentileza para que siempre se mantenga el respeto hacia el niño, el adulto y hacia la situación.
- Hablar de los límites desde la escucha y participación de los hijos, sobre todo a partir de los 4 años. El hecho de involucrarles en la co-creación de las reglas y pidiendo su ayuda para establecer las formas de mantener un límite, no significa que se les delegue a los niños toda la responsabilidad de si hay o no que poner un límite determinado. Si algo daña o hay riesgo para la integridad física y/o emocional, está el límite. Esto no se debate. Todos participan en la forma de llegar y mantener el límite establecido. Por ejemplo: “No se hace daño a nadie”, es un límite muy claro. Y lo que es importante hablar de cómo llevarlo a la práctica cuando estás dolido y/o enfadado.
- Ganarse a los hijos es una premisa fundamental. Requiere, además del aprendizaje de nuestro manejo de poder, conectar para lograr la cooperación responsable. Y todo ello evidentemente, eliminando todo tipo de control punitivo sobre el otro porque ya cambiaría la premisa de “ganarse a los hijos” por “ganar a los hijos”.
- Poner en práctica la disciplina positiva, que se basa en el respeto mutuo, búsqueda de la cooperación incorporando los límites con firmeza, dignidad y respeto como fundamento de la enseñanza de las habilidades para la vida y alimentar el lugar interno de tu hijo de su propio control, para desarrollar su propia autodisciplina.
- Informar constantemente con pocas palabras y siempre, con firmeza y amor, sin amenazas ni chantajes. En muchos momentos le ayudará a prevenir o por lo menos a decidir dando permiso al error como oportunidad de aprendizaje.
- Permiso al error y enfoque en posibilidades. Saber que para aprender necesita confundirse es importante para alimentar la paciencia necesaria para entender que está en el proceso de la autodisciplina. Eso nunca eximirá de la parte de encontrar su responsabilidad y reparación para solucionar lo acontecido. Recordar que nadie nace aprendido y que todos nos equivocamos. Ahora bien, toca ahora reparar el error.
- Construir una nueva visón de la “mala” conducta. “Un niño mal comportado, es un niño desalentado”. Es decir, que las conductas disruptivas son luces rojas, avisos de que no está bien por dentro. Si sólo quieres modificar la conducta sin atender a este asunto de origen, repertorio conductual aumentará. Todo ello lleva a identificar los códigos de ayuda que son diferentes a las conductas de niño que corresponde por edad: es decir, movimiento, impaciencia, impulsividad, exploración, etc.
- Respirar antes de actuar de forma reactiva. Contar hasta 3, 10 o 1000 cogiendo aire es importante para encontrar el momento de auto control adulto y hablar cuando puedas pensar y saber lo que dices. Habrá veces que será mejor avisarles de que te apartas un poco para coger aire y transformar tus emociones. Es una gran coherencia que cambia toda la actitud del después.
- Desarrollar y alimentar la paciencia es una virtud. Y para que siga siendo virtud, es importante aprender a utilizarla, limitando cuando es importante limitar, esperar y acompañar a gusto.
- Entender y aceptar las cualidades naturales y propias de los niños: movimiento, exploración, reacciones inmediatas, con impulsividad, intensidad de deseos que no son necesidades (comprar un helado), etc. Estas cualidades forman parte de un niño menor de 12 años, aunque con distintas intensidades. Pretender que no se salten ninguna norma, es una irrealidad. Necesitan de tu ayuda para que vayan regulándolas.
- Escuchar lo que le está sucediendo manteniendo el límite. Una “mala conducta” puedes mirarla como una conducta de supervivencia para comprenderla, conectar y volver al límite.
- Sostener emociones incómodas desde el acompañamiento con firmeza y amor. Aquí es cuando nos pueden entrar muchas dudas y podemos compadecernos de los hijos y sentirnos culpables de su emoción incómoda. Es cuando “pendulamos” y podemos irnos al otro extremo de la permisividad y libertinaje, y acabar dando recompensas, premios, o retirada de límites.
- Establecer los límites de forma muy clara, firme y amorosa. Aquí hay muchos asuntos: la comunicación eficaz y conectiva con mensajes cortos y muy claros que describan, que no enjuicien, es un gran paso. Y la misma dosis de amor y de firmeza, es la piedra angular. Si ponemos más amor que firmeza, de nuevo “pendulamos” hacia el libertinaje. Si ponemos más firmeza que amor, nos vamos al otro extremo, el autoritarismo.
- Aprender como es el ciclo emocional de tu hijo y su necesaria expresión para liberarse de residuos emocionales tóxicos. Si puedes mirarlo con amor y comprensión, puedes acompañarle a que gestione esa emoción para que la transforme desde la expresión y mantenimiento de los límites.
- Confiar en las posibilidades que tiene tu hijo. Si confías en la premisa de que todas las personas necesitamos estar y sentirnos bien con nosotros mismos, sentirse amado, validado y perteneciente al ámbito socio familiar.
- Coherencia en tu forma de ser y de actuar. Cuanto más trabajo te dediques a ti mismo, a tus formas de establecer tus propios límites con respeto, asertividad, amor y firmeza, más claridad tendrá tu hijo para ponerlo en práctica. Va aprender más por lo que hagas que por lo que le digas.
Tips para educar con límites y sin castigos
- Cuanto más pequeño, más guía necesitan para cumplir y establecer los límites. Menos de 4 años, son los padres quien los establecen. Más de 4 años, los límites son hablados con los hijos para encontrar la manera respetuosa de cumplirlos.
- Cuando se traspasa un límite, lo primero, tener un tiempo de enfriamiento, sobre todo el adulto, para no reaccionar y sí responder.
- Conexión antes de corrección. “Te quiero y la respuesta es no”; “Me importas más que tus calificaciones. Me pregunto qué significa para ti.”
- comienza por escuchar lo que tiene para decir el hijo, con actitud de comprensión, firmeza y amor. Evitar comenzar por un “¿qué es esto?” cuando además ya sabes lo que es, no es una buena manera de encontrar la cooperación. Evita esta pregunta trampa que te pueden salir desde tu enfado y que pueden llegar a humillar y buscar el control.
- Comunicación gentil y firme que favorezca un lenguaje respetuoso que incremente la cooperación: “en un momento es tu turno”; “Sé que puedes decir lo mismo de una forma respetuosa”; “estoy segura de que puedes pensar en una solución útil”; “hablaremos esto más tarde. Ahora es el momento de montarnos en el coche”;
- Actuar sin hablar. Por ejemplo, tranquilamente tome al hijo de la mano y muéstrele lo que debe de hacer.
- Preguntas abiertas con actitud cordial y firme, no una inspectora de policía. De esta manera le ayudará a tu hijo a comprender que tiene poder sobre lo que le sucede y para cambiar las cosas si así lo desea. Y como toda persona necesita sentirse bien y en este ambiente de afecto y firmeza, las respuestas serían desde la responsabilidad. “¿Qué sucedió? ¿qué crees que hizo que pasara? ¿Cómo te sientes con respecto a los resultados? ¿y los demás?
- Mejor enfocar en las soluciones después de conectar, validar, escuchar y acompañar.
- Recuperación de los errores, reconociendo, reconciliando y resolviendo con la participación entre padres e hijos.
- No dar respuestas ni soluciones ni exigencias para que activen y desarrollen el pensamiento para encontrar sus propias respuestas, por ejemplo, poniendo en práctica las respuestas de “¿Qué idea se te ocurre para solucionar este problema?”.
- Nombrar lo que sí que pueden hacer y de lo que sí que ya hacen. Aquello donde pones el foco se expande. En vez de decir “No pegues”, puedes decir, “toca suavemente” o “puedes decirle con la voz lo que necesitas o no te gusta”.
- Crear tiempo fuera positivo es la creación de un lugar que ayude a calmarnos y a sentirnos mejor. Las personas actuamos mejor cuando se sienten bien. Hacerlo sin alimentar el posible abandono del niño.
- Alentar y No elogiar. Es enseñarles a tener autoconfianza en vez de dependencia. El aliento invita a la autoevaluación y el elogio empuja a volverse “adictos a la aprobación”. Ejemplo de elogio: “eres una niña tan buena”; aliento: “Gracias por ayudar a poner la mesa…” (concretarlo de forma objetiva).
“Un niño necesita aliento, así como una planta necesita agua”; “Un niño mal comportado es un niño desalentado”. Rudolf Dreikurs.
- Cumpla lo dicho. Si lo dice, dígalo en serio. Y si lo dice en serio, cúmplalo. Seguro que te ayuda mejor pensar antes de limitar.
- Añada la palabra “Y” para unir la amabilidad y firmeza “Quieres seguir jugando Y es la hora de dormir. ¿Quieres que te lea un cuento o dos?”.
- Descifra creencia errónea de tu hijo y su código oculto que hay detrás de la conducta, que puede ser de cuatro tipos:
- – Si la creencia errónea de tu hijo es “soy importante solo cuando te mantengo ocupado conmigo” y detiene su conducta disruptiva cuando le dan atención personalizada, puedes redirigir su atención en una tarea útil para ganar la atención. “De esta manera no. ¿Quieres ayudarme a recoger los platos?”. Alimentará su autoestima de otra manera más sana.
- – Si la creencia errónea de tu hijo es “pertenezco solo cuando soy el que manda, estoy en el control o pruebo que nadie me puede mandar” y por ejemplo responde con desafío, ofrece opciones limitadas para que elija (esto o esto, ¿qué quieres?). No pelees y no cedas. No hables y actúa (desde la información previa que ya tenía).
- -Si la creencia errónea de tu hijo es “creo que no pertenezco, por lo que lastimo a los demás tanto como yo me siento herido”, y responde dañando a otros, es importante que valides los sentimientos heridos, escucha activa, enfocaros en las soluciones.
- -Si la creencia errónea de tu hijo es desde un “no sirve el intentar, pues lo haré mal”, y responde con un evita intentarlo, es importante que rompas la tarea en pequeños pasos y que prepares oportunidades para que experimente el éxito. Así alimentará su motivación intrínseca.
- Cuatro pasos para obtener la cooperación:
- Expresa comprensión sobre los sentimientos de tu hijo. Verifica si es así como se siente.
- Muestra empatía sin tener que condonar o estar de acuerdo. Es comprender la percepción de tu hijo. Es un buen momento para compartir tus momentos que también te sentiste de forma similar.
- Comparte tus sentimientos y percepciones. Siembre desde un contexto sincero y afable.
- Invitar a tu hijo en la solución. ¿Tienes alguna idea de qué hacer en otro momento para evitar el problema? Si no las tiene, puedes ofrecerle sugerencias, pero primero espera a que descubra él las posibilidades, hasta llegar a un acuerdo.
- Explorar las consecuencias de su elección sin vergüenza, culpa o sermónn. Cuidado con las consecuencias lógicas que se puedan establecer en el enfoque de soluciones porque pueden ser castigos camuflados. Mejor no usarlas, pero si lo haces, deben de cumplir las 4R: relacionada, respetuosa, razonable y revelada con anterioridad.
- Dedicar un tiempo especial exclusivo para cada hijo y para toda la familia. Programar momentos diferentes a los del tiempo normal para que ese momento de 10 minutos o 30 minutos, estés presente en cuerpo y alma y tu hijo así lo sienta para alimentar su valía y sentimiento de pertenencia.
- Realizar asambleas familiares semanales para poder hablar y escucharse entre todos. Los hijos aprenden habilidades sociales y de vida. Cuando la relación con ellas es agradable, es importante también tratar ahí la solución de problemas.
- Convertirte en jefe de tu miedo, para que no reacciones y respondas ante el con tu hijo e hija sin buscar la obediencia ni el control del otro.
Cómo te puedo ayudar con este tema del castigo en niños
Si estás buscando la forma de acompañar a tu hijo e hija para desarrollar cualidades que le permitan desarrollar un buen carácter, enseñándole habilidades sociales y de vida habladas, como por ejemplo:
- Concepto positivo de sí mismos
- Responsabilidad
- Autodisciplina
- Cooperación
- Mente abierta
- Cortesía
- Interés en el aprendizaje
- Autocontrol
- Paciencia
- Sentido del humor
- Entusiasmo por la vida,
- Habilidades para resolver los problemas
- Aceptación de sí mismos y los demás
- Objetividad de pensamiento para alimentar tu propio criterio de forma responsable.
- Respeto por sí mismo y por los demás.
Si quieres saber formas de poner en práctica en el día a día, aprendiendo a graduar tu poder de forma que ofrezcas seguridad y sostén emocional en tu hijo, aprender a descifrar los códigos ocultos con los que expresa ayuda tu hijo con conductas no positivas, desde la conexión y ofrecer verdaderas ayudas que favorezcan el desarrollo de su potencial, aumentar la seguridad de lo que estás haciendo hoy te lleva a los deseos del mañana en cuanto a convertirse en una buena persona que se sabe cuidar a sí mismo y a los demás, desarrollar nuevas habilidades no punitivas y romper la inercia de la venganza, dolor como elementos importantes del aprendizaje, mejorar la comunicación contigo mismo y con tu hijo, mejorar la armonía familiar, desde el cuidado de una relación entre todos con respeto, firmeza y amor, disfrutar del proceso de la crianza en los 12 primeros años con tu hijo e hija, puedes contar conmigo.
Te acompaño ampliando tu mirada para ver donde ahora te puede resultar invisible o no claro, con herramientas que te ofrezcan posibilidades que ayuden a afinar tu forma respetuosa de relación, para que sigas siendo un gran referente de ayuda en su vida, y sepas como poder ayudarle para su desarrollo de todo su potencial.
Puedo acompañarte y guiarte desde mi consulta de asesoría familiar online o presencial. Indiferente de qué situación, SIEMPRE merece la pena incidir y enfocarse en este aspecto que tanto ayuda al bienestar.
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