El otro día me contaba una madre, su nueva experiencia ante una expresión de enfado de su hija. 

Y la novedad no era el enfado en sí mismo, sino en su mirada como madre. Eso le llevó a una actitud y una forma de responder diferente de cómo lo había hecho hasta entonces. 

Supongo que te sonará la forma de comenzar el enfado de su hija. Empezó cuando la madre le estableció un límite.

Me pareció precioso escucharle las frases de conexión que ponen voz al interior de su hija. Tales como: “Entiendo que te enfade no poder hacer… porque sé que te gusta” “Veo que te duele no hacer lo que tu quieres hacer en este momento”, etc. 

Pudo colocarse en la piel de su hija enfadada. Pudo llegar a  entender ese dolor e impotencia de no poder hacer algo que quería, es decir, logró poner en práctica la gran escucha activa, todo ello sin juzgar, sin etiquetar, sin manipular su opinión, etc. y manteniendo el límite establecido. 

No sólo la madre sintió esa conexión, sino que también la hija lo sintió. Y este es el punto inicial del acompañamiento emocional.

Es necesario para que esa niña se  sienta cuidada, arropada y contenida. Para que la confianza en su madre aumente considerablemente y no tenga  ninguna duda en que es el gran referente de ayuda. 

Necesario pero no suficiente, porque es fundamental  mantenerlo hasta el punto final.

Y te cuento porque digo esto. A esta madre, después de este maravilloso inicio, este proceso se tiñó con un dato con el que la madre no contaba. El factor tiempo. 

Y es que cuando tu hija se siente libre de expresar y liberar, el tiempo deja de tener sentido.
 

Bueno, en realidad, el sentido lo tiene para el adulto.  Pero lo que esta madre no se esperaba es que pasaran dos horas para llegar a resolver el conflicto. 

Dos horas acompañando un enfado, desde la contención amorosa, desde su mirada comprensiva, desde el mantenimiento del límite, todo ello, sin hacer tuyo un enfado de tu hija, es como para quitarte el sombrero ante esta apertura de puerta de tu amor en estos delicados momentos. 

Pero ella me confesaba que acabó agotada e incluso dudas le comenzaban a asaltar.

Esta experiencia me ha hecho reflexionar sobre la necesidad de darle una vuelta más a este tema y aprovechar a contarte más sobre el tiempo y el cierre de un enfado, para que puedas mantenerte en tu lugar en todo este proceso.

Si la visión de este proceso de acompañamiento se te nubla, tu contención emocional ya no es con firmeza y el amor se debilita. Y todo cambia.

Y no quiero que vivas este proceso como un retroceso. No quiero que eches de menos ese antes de la escucha activa, en donde los enfados parecían mas llevaderos, sobre todo en el tiempo y en su intensidad. 

Y digo parecía, porque el despiste y el esconder las emociones debajo de la alfombra como si ya no pasara nada, o desconocimiento del qué y cómo puedes acompañarles en esos momentos, son creencias muy arraigadas que te pueden llevan a pensar que el asunto se cierra y no es así.

Y como ya lo sabrás, no deseo que sigas pagando esos precios caros que te alejan de tu hija. Ni tampoco quiero que a ella se le quede almacenado y enquistados dentro todas esas emociones que le producen desconfianza y malestar.

Por ello, te quiero animar desde aquí, a que comiences como esta madre: con la escucha activa y contención amorosa. Y que también puedas mantenerlo hasta que tu hija logre por ella misma, la transformación de la emoción, desde la expresión libre de su enfado, tristeza y miedo.

Tu creas este  ambiente favorecedor y tu hija marca el punto y final de su propio enfado. Esto es impepinable, y no por ello quiero que pienses que  le das un poder a tu hija por encima tuya. NO. Cada uno en su lugar, tú como madre, y ella como hija.

Sólo cuando se liberan las emociones que le provocan el enfado,  pueden continuar el camino hasta el otro extremo, y transformarlas en otro tipo de emociones, las de la polaridad del amor.

Sí, este proceso liberador lleva su intensidad y tiempo, sobre todo al principio. Y esto será lo normal y hasta positivo. 

Y así te invito a mirarlo, porque una vez más,  el foco en tu mirada puede cambiarlo todo. 

Si miras el reloj como tiempo perdido, será más complicado acompañar este proceso. Será cuando te asalten dudas y desconfianza. Desde ahí, la escucha activa se rompe y la desconexión está garantizada. De nuevo la apariencia de la solución puede ocultar los residuos emocionales a reprimir.

Pero si miras el tiempo como una inversión emocional, ya no lo sentirás como tiempo a evitar, o como tiempo gastado, sino como gran aliado. Será cuando lo puedas sentir como una ayuda de este gran proceso liberador emocional.

Y es que a veces tiene mucho por sacar, mucho acumulado o bien porque no se ha sentido con permiso para poderlo expresar, o bien porque no sentía el espacio propicio para el desahogo por esas creencias arraigadas. Será cuando es necesario olvidarse más del reloj, porque necesitará más tiempo. 

Antes de la libre expresión emocional, lo que podría haber aprendido era sobre todo control emocional. Y aunque éste es un recurso necesario para utilizarlo en su forma y en su momento, no es suficiente para completar la verdadera y sana gestión emocional que le genere bienestar. 

Bueno, vuelvo que me voy a otro tema.

Hoy deseo que puedas seguir acompañando a tu hija desde la confianza, en ti misma  y en el proceso de tu hija. Y como consecuencia, el tiempo lo podrás ver como una inversión. 

Y termino con el adelanto del siguiente capítulo de esta historia, cuando ya la madre entendió todo lo que te estoy contando.

Al día siguiente, a esta madre e hija les pasó algo parecido. De nuevo un límite y expresión libre de enfado. Pero esta vez algo más cambió. Y no fue sólo el factor tiempo que ya la madre dejó de contabilizar. Que, por si te sirve de alivio, fue mucho menos. 

Ahora ya no miraba las agujas del reloj. Ahora miraba el cuerpo relajado de la hija, su mirada, sus gestos. Estos se convirtieron en los verdaderos indicadores que le evidenciaban si realmente se había liberado de ese enfado, rabia, tristeza y miedo y los había conseguido transformar en otras emociones que le llevan a sentir la confianza, alegría y amor. 

Ahora lo que valía era la expresión de la mirada de su hija. Porque cuando tu hija puede volver a mirarte y mantener su mirada será la clave que permite poner un punto y final a este capítulo.

Comprobarás que si en el acompañamiento de expresión emocional hubo algún cruce de miradas, éstas fueron breves y muy posiblemente desafiantes. Ahora esta mirada será totalmente diferente: de conexión.
 

Y es cuando recordarás el tiempo, pero ahora con el deseo de pararlo y seguir disfrutando de ese intenso y maravilloso momento en donde vuestras miradas amorosas se enlazan y se funden con un gran abrazo. 

Estos son grandes momentos que evidencian y sellan vuestra vinculación. Es el gran momento de recargar energías gastadas de todo este proceso liberador y llenarse de amor.

Después ya habrá momento de hablar de lo sucedido para reparar y recoger el aprendizaje de cada una.

¿Se puede pedir algo más?

Así que te animo a seguir este acompañamiento hasta llegar al cierre. Sí, se que es un final relativo, un cierre de un capítulo de el libro de la vida, en donde habrá más enfados y más acompañamientos.

Pero te aseguro que, si llegáis hasta el verdaderos cierre,  cada  cada vez estarán más espaciados en el tiempo.

Y cada vez serán diferentes porque tú no estarás igual. Tu fortaleza, confianza, firmeza y amor lo cambiará y lo irá mejorando todo este proceso de acompañamiento  emocional.

Mis mejores deseos para ti y toda tu familia. Un gran abrazo lleno de amor liberador. Si te ha gustado este artículo, puedes hacer tres cosas:

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