¿Has vivido situaciones tensas y desagradables cuando tu hijo o hija discute con otra persona por un juguete? O puede que tu niño parezca no tener ningún problema para compartirlos. Si es así, ¿estás segura que tu hijo disfruta al compartirlos? ¿O los comparten para evitar más problemas contigo?

Quiero contarte y hablarte sobre el tema de enseñar a los niños a compartir. Las situaciones que se dan en los niños al compartir sus juguetes. Estas situaciones pueden afectar la relación con tu hijo,  a como se fortalece vuestra relación de y cómo actuar para favorecer su desarrollo como persona. Estos son los dos puntos que trataremos en el proceso de enseñar a los niños a compartir:

  • Reflexión general: cómo enseñar a los niños a compartir. 
  • Tus formas de intervenir. Éstas influyen en sus respuestas y en vuestra relación padres-hijos.

Cómo enseñar a los niños a compartir.

Sé que te resulta muy agradable observar a tu hijo compartir sus juguetes y se lo pasa bien cuando no tienen conflictos. Sé que para ti también es un deseo perseguido. El cuando, el como y el grado, lo desconozco.

Pero vamos a ti ahora. ¿Eres de las que quieres que comparta en todo momento y con todo el mundo, con todos los juguetes u objetos que tenga? ¿Insistes mucho en el compartir, sobre todo cuando tu hijo no le sale hacerlo de forma natural?

Es importante tener en cuenta que para tu hijo, cada juguete puede tener un gran valor para él. Ya sea por la necesidad de pertenencia y poder ante él. Puede ser tan importante como tu maravilloso coche u otro objeto tuyo que consideras de gran valor.

Imagínate sentada en la terraza de un bar, tomando un exquisito y humeante café. Desde tu silla observas tu maravilloso coche. Disfrutas de su brillo, de su línea, con su estado impecable. De repente, se te acerca un desconocido y te pide las llaves para dar una vuelta. ¿Le dejarías?¿Pero si es para una vueltita de nada? Anda venga, que luego te lo devuelve. Hay que compartir, que si no te vas a quedar sin amigos.

Desde este ejemplo simple, quiero que te pongas en su lugar y comprenderle. Es un buen comienzo para ofrecerle la ayuda que necesita tu hijo. Comenzar a  aceptar que no va a querer compartir todo en todo momento, es un gran comienzo.

Lo que marcará la diferencia es en la forma de tu ayuda hacia tu hijo o hija. No todas las maneras le van a beneficiar a tu hijo por muy buena intención que tengas. Aquí quiero hablar de su diferenciación.

 

Tus formas de intervenir.

Tu actitud y forma de intervenir, condiciona la respuesta de tu hijo e influye en vuestra relación. Puedes ayudarle o puedes fomentar el problema.

Estas son dos maneras diferentes de intervenir que darán un resultado u otro:

  1. Intervención ciega o interferencia.
  2. Intervención respetuosa o sana.

Intervención ciega o interferencia.

Interfieres si desde el comienzo del conflicto quieres ayudar a tu hijo y compañero dando soluciones. Esta sería una intervención invasiva y no da tiempo a que tu hijo piense sobre la situación y responda desde sus posibilidades. Normalmente es la forma más habitual de proceder con los niños, así que pon mucha atención en lo que te quiero contar.

Desde esta intervención, tu hijo se siente presionado y no siente la libertad de elección. Por lo tanto, no le fomentas que se sienta respetado, ni escuchado, ni tenido en cuenta. Y esa vivencia es muy dura para él y ahora que ya lo sabes, no creo que eso desees. Es una forma de decirle a tu hijo que aquello que siente no es lo correcto, además de la desconfianza que transmites en sus posibilidades. El mensaje oculto es: “Tú no sabes, ya te ayudo yo”; “haz lo que te digo, porque soy la que sé y tú no sabes”. Puede que esta forma de intervenir, desde la interferencia, sea efectiva porque acaba dejando el juguete pero hay un coste caro si lo realiza desde esta intervención. ¿Qué te resulta más agradable, ver como tu hijo comparte de forma obligada o de forma libre porque así lo siente? El sentimiento que le ha llevado a actuar es el miedo. Ve peligrado tu amor y por supervivencia desconecta de su sentir y se centra en satisfacerte a ti por encima de sus necesidades reales.

Si todavía su ser interno tiene fuerza, puede revelarse ante esta intervención que la considera injusta. Es entonces cuando el compartir acaba siendo un tira y afloja que tensiona mucho el ambiente. Si eres la que interviene desde un principio, no permites que tu hijo pueda desplegar todo su repertorio de negociación de tratos, de acuerdos comunes, comunicación, escucha y sorprendentes estrategias. La necesidad es el mejor motor de aprendizaje y de búsqueda de soluciones por uno mismo. Si eres tú, madre que le sacias esa necesidad, delegará en ti todo el esfuerzo que le corresponde a él. Por lo tanto, tu hijo no fomentará actitudes de autosuperación con esfuerzo. Su palabra fetiche ante un problema se convertirá en tu nombre a la primera de cambio. Y desde ahí, esperará pasivamente a que tú le soluciones su asunto. Por lo tanto, tampoco se fomenta la autonomía y sí la dependencia de tu ayuda.

Te recuerdo que no eres omnipresente y que tu hijo no puede llegar a un bienestar desde la no libertad interior. Desde esta dependencia, es muy posiblemente que no aciertes con lo que necesita y tu hijo se sienta incomprendido, frustrado, enfadado y resentido. Como te sientes obligada a dinamizar esta situación, acabas agotada y enfadada también. En fin, un enredo desagradable que quiero que evites. Sé que a partir de ahora vas a ir matizando cómo vas a ayudar.

Te recuerdo que ante todo eres madre. No juez ni policía que tengas que investigar ningún caso. Así que olvídate de entrar en incómodos interrogatorios a la hora de compartir. No hace falta saber quién lo tenía antes, quien ha empezado el primero, ni dar lecciones morales ni sermones sobre lo importante que es compartir, ni decirles cómo hacerlo. Desde este rol, es fácil enredarte en ese personaje y creer que ayudas emitiendo:

  • Sentencias: “El juguete ahora lo va a tener…”
  • Camuflado razonamiento para convencerle “si compartes luego te dejarán a ti…”;
  • Sobornos y chantajes: “Si los compartes, tendrás sorpresa especial. Te daré un chicle”;
  • Miedo y amenaza: “si no le dejas… ya no querrá ser tu amigo/a… (y aumentando el grado) y te quedarás sólo/a”, “Si no los compartes, vas a tener problemas”.

Las consecuencias desde esta forma de intervención pueden ser devastadoras en muchos sentidos. El precio a pagar es muy caro: en el desarrollo de tu hijo y en vuestra relación.

 

Intervención respetuosa y sana.

Compartiré claves fundamentales para que esta forma de intervenir sea desde un acompañamiento respetuoso, lo que generará el deseo de compartir cuando esté preparado. Para ello, es importante tener en cuenta que:

  • Dar el tiempo que necesitan para resolver el problema por ellos mismos. Espera y controla tus impulsos de ayuda. Por ellos mismos pueden llegar a  tratos o cambios de juguetes, etc.
  • Confía en sus posibilidades y ese mensaje le llegará a tu hijo. Desde aquí, le ofreces los nutrientes necesarios para construir su identidad de forma sólida y segura. Así le ayudas también a que tu hijo se pueda centrar y encontrar posibilidades en sí mismo para solucionarlo. Autoestima y autonomía siguen creciendo desde aquí.
  • Acompaña y espera  con atención, observación, con disponibilidad, presencia y contención si así se requiere para mantener los límites de no hacernos daño. Necesita de tu ayuda.
  • Sostener sus emociones. ¿Cómo? Desde la escucha y validación de sus sentimientos y emociones. Aléjate de los juicios e interpretaciones adultas y céntrate en los sentimientos que hay detrás de cada conducta.
  • Conectar y en el caso que requiera tu acompañamiento verbal, refleja lo que ves: “Veo que Julia quiere el juguete y Ana no quiere dejárselo”. Estoy aquí para ayudaros si lo necesitáis.
  • Permitir  que se hablen entre ellos, que se puedan escuchar y comprenderse.  En estas situaciones es muy común que tiendan a contarte el suceso a tí. Sal de ahí rápidamente y vuelve a orientar la conversación entre ellos para que no cojas el papel de juez y similar. Recuerda que desde ahí no puedes ayudarles.
  • A veces también necesitan un tiempo para bajar la intensidad emocional y después, más calmados, retomar la conversación pendiente.
  • Enfoque en las soluciones cuando se han sentido escuchados y comprendidos. Por ejemplo: “¿Qué podéis hacer ahora? ¿Qué idea se os ocurre para solucionar este problema?”.
  • Permitir el error. Que se equivoquen también le transmite esa confianza en sus posibilidades. Irá mejorando en sus habilidades progresivamente.
  • Respetar que alguien no quiera dejar su juguete. Esta actitud también ayuda a relajar el ambiente y aunque parezca contradictorio, y puede aumentar las posibilidades de compartir de tu hijo. Pero ese no debe de ser tu objetivo.

El no dejarte llevar por otras opiniones que descuidan la parte emocional de tu hijo, te ayudará a mantenerte en esta forma de intervención sana y respetuosa.  Cuando tú respetas a tu hijo, le permites imitar este gran valor y ponerlo en práctica en su repertorio conductual en en los distintos contextos sociales. Los valores se aprenden desde la imitación y práctica.

Los juguetes unen y des-unen. Te animo a practicar estas dinámicas que fomentan el sano crecimiento y desarrollo de tu hijo. Al mismo tiempo que cuidas tu relación con él, acercándote cada vez más a él desde el amor y respeto. No sólo se beneficiará tu hijo y vuestra relación, sino todas las demás relaciones sociales.

 

¿Qué hacer para lograr que los niños compartan?

Por lo tanto, lo fundamental para compartir, es cultivar la actitud adulta desde la intervención respetuosa y sana mencionadas.

Ofrece a tu hijo la oportunidad de tener habilidades sociales a la hora de compartir:

  • Aprender a respetar, aceptar y comprender a sí mismo y al compañero.
  • Aprender a manejar su enfado y su frustración de su deseo.
  • Desarrollo de su autonomía, con autosuperación y responsabilidad.
  • Poder desplegar otras herramientas compensatorias u otras estrategias sociales creativas.
  • Personalidad segura.
  • Relación sana y nutritiva contigo. Alimentará todo el sostén emocional necesario para desplegar todo su potencial que trae de serie.

Educación respetuosa

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