La forma de expresarte con tu hijo e hija, tiene un efecto directo que le condiciona en su sentir y en su comportamiento. Si atendemos y cuidamos esta parte fundamental de comunicación y encontramos el lenguaje verbal y no verbal, con su actitud coherente, inevitablemente tendrá una repercusión positiva en la relación con tu hijo e hija y en el bienestar de toda la familia.
Así que si te centras en un lenguaje positivo que alienta y valora cada esfuerzo, que limita con firmeza y amor, repercutirá positivamente en un adecuado desarrollo emocional y global de tu hijo e hija.
Cómo expresarnos usando lenguaje positivo para niños
Al principio puede costar cambiar la forma de utilizar un lenguaje positivo, porque para cuando te das cuenta, ya has dicho de una manera que no quieres decirla. Pero esto forma parte del proceso, porque es el primer paso del cambio, tu conciencia de cómo hablas. Sí, es el paso más duro, pero también el necesario transitar para seguir esta transformación.
Cuando te suceda esto, darte cuenta que no has utilizado un lenguaje positivo una vez que ya lo has hecho, te invito a rectificar lo antes posible. Es una manera de desaprender y comenzar una nueva forma de comunicación desde el error. “Disculpa, que la forma de decírtelo no es la que quería. Quería decirte que….” Y aprovechas a ofrecer el modelo comunicativo que persigues.
Poco a poco, verás que estos primeros pasos más complicados, se transforman cada vez con más naturalidad y con más rapidez de lo que puedes imaginar. Eso sí, necesita para ello atender a qué y cómo comunicas a tu hijo o hija, observar el efecto que tiene y desde ahí, siempre rectificar mejorando, desde el pensar, corregir y después, mantener.
Por ello, te doy algunas claves importantes para comenzar este maravilloso viaje de la transformación de tu lenguaje a positivo para mejorar la comunicación y relación con tu hijo e hija. Presta atención a todos los aspectos comunicativos, no sólo a lo qué dices (tus palabras), sino también a cómo lo dices (el tono), cómo actúas (tu expresión corporal y facial). Estos son:
- Pensar antes de decir. Darte tiempo es importante para no hacer daño y decir lo que realmente quieres decir para no hablar desde la impulsividad y reacción.
- Disminuye los Noes y enfócate en los Síes. Es muy diferente decir “No grites” a decir “ “Por favor, baja el volumen”.
- Añade la actitud favorable de confianza y coherencia. “Por favor, baja el volumen” con tono suave y con mirada en sus posibilidades, confiando en que lo va a hacer, con seguridad.
- Hablar desde la descripción y neutralidad. Hazlo sin juicios, ni interpretaciones ni valoraciones, sobre todo cuando hay un comportamiento a limitar. Es muy diferente decir: “Está el cuarto desordenado…” a decir: “Veo el cuarto con los pantalones en el suelo, los juguetes de la construcciones en la mesa y fuera de su caja…”
- Eliminar las etiquetas que sentencian y comunicar desde lo real del momento. Cambiar el ser por el estar, es un gran comienzo. Ejemplo: Eres…..desordenado, perezoso…; es muy diferente a decir “estás con pereza, te veo aturullado con desorden…”. O “no te gustan las espinacas” por “ahora no te gustan las espinacas”.
- Verbalizar y agradecer lo que sí que hacen. No darlo por hecho y centrarnos sólo en lo que no hacen. No ir por ello al “muy bien”, ni tampoco ir pasarnos al otro extremo de alago constante y equivocado que añade el “muy bien” como elogio. Si quieres saber más sobre este tema, haz click aquí.
- La cercanía al hablarle también es importante para no chillar. Te propongo un lema: “no hablar no más lejos de tres pasos”. Es más efectivo acercarte y hablar que subir el volumen. Y si además, buscas su mirada y mantienes un contacto físico, más fácil resulta la comunicación con la otra persona.
- Actitud serena y firme. Toda comunicación, si la acompañas con una actitud de serenidad y firme al mismo tiempo, aumenta la fuerza del mensaje sin que nadie se sienta herido ni por ello, reaccionar desde la defensa o desde la evitación.
- Disminuir la gran cantidad de órdenes que probablemente le das a tu hijo o hija. Las puedes cambiar a propuestas o realizarlas desde los límites con opciones. ¿Puedes ir… ? O ¿Cuándo te vas a poner el pijama, antes de cenar o antes de empezar a jugar en casa? Siempre y cuando ambas opciones estén dentro del límite establecido.
Como dice Federico Rangel Fuentes, un maestro y periodista mexicano:
“Las palabras no se las lleva ningún viento. Cada palabra destruye o edifica, hiere o cura, maldice o bendice”.
Si quieres sentirte satisfecha de cómo os comunicas hijo e hija contigo y tú con ellos, hablemos ahora. Te acompaño a transformar todas aquellas formas que puedes dañar a tu hijo o hija sin saberlo, en formas positivas de comunicación y relación saludables. Tracemos un plan de acción conjunto y te aseguro que toda la familia os encontraréis mucho mejor y tendréis nuevas herramientas. Puedes saber más en mi servicio de Asesoría Familiar.
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